Distribución de Películas

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El problema de la distribución de cine como oportunidad de negocios. Este fenómeno no es exclusivo de la Argentina. Todos los países del mundo que tienen industria propia lo sufren en mayor o menor medida. La diferencia radica en como se encara el problema. Mientras que en Argentina siempre esperamos alguna respuesta del estado, en España, existe un ejemplo de como una falencia puede transformarse en un excelente negocio.

El aumento de producción es constante. La reducción de espacios de exhibición también. En pocas palabras esta es la situación actual del mercado audiovisual argentino. La distribución es una variable fundamental dentro del esquema comercial de cualquier producto o servicio. Pongámoslo en términos cotidianos. Si una empresa fabrica detergente, la manera de venderlo –de llegar al consumidor- es colocarlo en el mercado: el supermercado. Si por alguna razón, la empresa carece de espacio en las góndolas del supermercado, el cliente nunca se entera del detergente: no puede comprarlo, no puede probarlo. Fin de la empresa de detergentes. Con las películas sucede lo mismo: necesitan del cine para ser exhibidas, para encontrarse con sus consumidores –espectadores- y finalmente para poder ser rentables.

El problema de la distribución crece por la cada vez mayor concentración del sector exhibidor. Son unas pocas las empresas que poseen y administran la mayoría de las bocas de salida -pantallas- para las películas. En contraste, el otro componente del mercado, la producción, se encuentra fragmentadísimo (salvo unas pocas excepciones de productoras más grandes e integradas), por lo que al sentarse a negociar el estreno de una película, las cadenas llevan la de ganar.

Los grandes complejos de exhibición prefieren distribuir títulos de los principales estudios hollywoodenses y sus razones son totalmente entendibles: las “majors” tienen mayor apoyo publicitario. Esto se traduce en una rentabilidad más segura. También es cierto que hay cadenas que pertenecen directa o indirectamente a los grandes conglomerados de medios a nivel internacional, por lo que la prioridad la tienen sus propios productos. El resultado final es que cada vez mayor cantidad de films argentinos, europeos, latinoamericanos e inclusive americanos independientes o de estudios pequeños, se encuentran con inconvenientes a la hora de estrenar. Simplemente no tienen salas. Esto hace que el estreno se vuelva económicamente inviable, por lo que los distribuidores optan por no estrenar o salir directamente en video o cable.

Este fenómeno no es exclusivo de la Argentina. Todos los países del mundo que tienen industria propia lo sufren en mayor o menor medida. La diferencia radica en como se encara el problema. Mientras que en Argentina siempre esperamos alguna respuesta del estado, en España, existe un ejemplo de como una falencia puede transformarse en un excelente negocio.

El estado argentino

Los esfuerzos realizados por el INCAA a lo largo de los últimos años en materia de distribución, fueron dispares. Recientemente, se inauguraron dos complejos dedicados a la exhibición del cine argentino: el ex cine Gaumont y una sala en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. En el primer caso, se trata de una continuidad al plan del INCAA por generar una red de salas dedicadas al cine argentino y latinoamericano. En el segundo, un esfuerzo que está más relacionado con el comercio exterior de películas: un showroom de productos. (una gran idea, por cierto).

El plan que propone el INCAA es muy venerable (más si esto significa reabrir cines), pero hay que tener en cuenta la forma en que se lo hace. Quien haya asistido alguna vez al complejo Tita Merello puede darse una idea de lo que no hay que hacer. Sus salas brindan pobre confort, en ubicaciones casi sórdidas, con poco o nada de mantenimiento. Todo esto aleja al público de la “experiencia cinematográfica”. Una sala pobre atenta contra el “playability” o la capacidad de exhibición de una película.

La prueba está en la gran cantidad de películas nacionales que se estrenan casi en silencio en tres, dos o inclusive una (¡!) sala y que no reciben público.

La experiencia Renoir

La cadena “Cines Renoir” es una empresa española que desde sus 10 complejos estrena todo el cine que los grandes complejos no presentan. De esta manera, el espectador puede optar por un menú de productos muy rico en propuestas, países y géneros.

Renoir totaliza a la actualidad 36 pantallas distribuidas entre Madrid, Barcelona, Saragoza y otras ciudades españolas. Si bien la compañía se focaliza en el cine no “tan comercial” (siempre entre comillas), sus instalaciones están a la par en comfort de los grandes complejos: buenas salas, excelente sonido y visión. En síntesis: todas las comodidades para garantizar que ir al cine sea una buena experiencia. Cines Renoir completa la propuesta con productos editoriales en venta en el los cines y a través de la red, boletines informativos, reposiciones de memorables películas, festivales y charlas.

El modelo Renoir debería ser tomado en cuenta por la gente del INCAA para que su red de cines se convierta en una opción atractiva para el espectador. Y lo más importante, que pueda competir con el resto de las cadenas de cine privadas. Si el cine dónde se exhibe una película argentina se convierte en un lugar agradable, los espectadores comenzarán a ver cine nacional con más frecuencia.

El sector privado

El caso Renoir debería también convertirse en un caso testigo para los privados. Los cines que ofrecen una programación menos comercial subsisten hace años con inversiones mínimas y comodidades ídem. Es cierto que la mayoría funciona como salas únicas, que no conforman circuitos de exhibición. Sus dueños son quienes manejan la programación y llevan la administración en forma artesanal. Sin comprometer su funcionamiento podrían encarar una serie de acciones para “aggiornarse”, ganar más público y hasta pensar en expansión. Estas son algunas: asociación con empresas exhibidoras, spónsors, revistas de cine, canales de cable y realización de convenios multimarcas o cobrandings.

Sólo ejemplos aislados como la sala Malba o el Museo del Mar en Mar del Plata brindan una buena “experiencia cinematográfica” a quien va a ver una película no tan comercial. Si bien se trata de instituciones con fortaleza económica detrás, ambas están asociadas con diferentes marcas y tienen excelentes programaciones sostenidas por un buen marketing: nada distinto de lo que hace Renoir en España o las grandes cadenas de exhibición en el mundo.

¿Sería rentable una cadena del estilo Renoir en la Argentina?. Seguramente que si. Las razones son muchas: En Argentina se realiza cada vez un número mayor de festivales de temáticas segmentadas (Festival Independiente, de La Mujer, de Cine judío, de cine Latinoamericano, etc); las tradicionales salas dedicadas al cine independiente siguen funcionando, el número de estudiantes de carreras audiovisuales sigue creciendo, la producción nacional de películas se diversifica en géneros y crece en cantidad de films, y un largo etcétera. Pero, fundamentalmente tenemos que reconocer un hecho ineludible que nos lleva al principio: cada vez hay menos salas. El modelo Renoir puede servir de testigo de revertir esta situación y de paso generar una buena oportunidad de negocios.

Por Ariel Vinocur

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