Las últimas horas de un asceta…
La noche del señor Lazarescu. Rumania 2005, 153 minutos, escrita y dirigida por Christi Puiu, con Ion Fisuteanu y Luminita Gheorghiu.
Por Gastón Molayoli
Algunas personas, con el paso de los años se van alejando del trato
con la gente. En esos casos, la interacción se transforma en un
instrumento que les permite solucionar una necesidad elemental. Dante
Remus Lazarescu se presenta como si una necesidad urgente lo desbordara
y le reclamara una pronta solución. Muy a su pesar, el señor Lazarescu
debe presentarse mas de diez veces durante la noche de su muerte (si
leyeron el tÃtulo original verán que no estoy develando ningún
misterio) con el sólo objetivo de que alguien lo someta a un control
que el nervioso movimiento de cámara revela como urgente. Nadie parece
querer atender el petitorio de Lazarescu cuyo incumplimiento
significarÃa un deceso seguro.
El movimiento de cámara que acompaña la desesperación del
protagonista, comienza a apaciguarse cuando la resignación se apodera
de su semblante. Su cuerpo ya no esta apurado, las exageradas
desatenciones de los médicos, sobreocupados por un terrible accidente,
ya no turban su mente. La apatÃa de la cámara, es ahora la apatÃa de
los médicos, preocupados por un proceso formal que los trasciende, que
los ocupa en tareas nimias y mundanas, como pedirle al moribundo que
firme un mÃsero papel que avale la intervención quirúrgica. Esa apatÃa
autocomplaciente de los doctores que se creen Dios, sumado al
movimiento de cámara, transmite, por contraste, una desesperación
imposible de evadir. El espectador desea con toda su fuerza que el
miserable señor Lazarescu pueda morir aunque sea en su casa, sin la
necesidad de entregar otro poco más de orgullo por los pasillos del
hospital de turno.
Una gran pelÃcula que reboza de humanidad, especialmente en la
figura de la enfermera que, como Caronte, traslada al protagonista
hacia una muerte no tan indigna.