El Ciudadano

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Tiempo de volver. Orson Wells y un clásico del cine que muchos citan, pero pocos han visto.


Por Ernesto Bosch

¿La Realidad existe como tal o nos la creamos? Esta pregunta que ya
a Platón y Aristóteles les preocupaba y, por otra parte, constituye uno
de los disparadores de Filosofía del Conocimiento, puede ser
inmediatamente trasladada a esa otra “Realidad” inmaterial que
constituye el marco de interacciones humanas. Orson Wells en “El
Ciudadano”, un clásico siempre citado y pocas veces visto (¿que otra
cosa es un “clásico”?), nos presenta la posibilidad de que la realidad
de las relaciones humanas sean muchas “realidades” a partir de cómo nos
ven y cómo nos vemos. ¿Nos ven como somos?, ¿Nos ven como quieren
vernos? o ¿Ni nos vemos ni nos ven como somos?.
El director plantea este interrogante en una obra maestra del cine. Tan
maestra que 66 años después de su estreno, nadie se ha atrevido a
producir y adaptar en una nueva versión. ¿Es posible que nuestra vida
sea construida a partir de una falsa imagen, propia y ajena, de quienes
somos? Si así fuese, que debiéramos entender por felicidad,
satisfacción, auto realización y tantos otros conceptos que actualmente
nos impulsan en una carrera que tal ves, y tan solo tal ves, no tiene
sentido. En este aspecto la misma historia de la película y quienes la
protagonizaron podría tomarse como ejemplo para esta reflexión.

La obra misma es consecuencia de las diferentes perspectivas que Wells
tenía respecto William Randolph Hearst y la que Hearts tenía de si
mismo lo cual desató una guerra de pasiones alrededor del film que
terminó afectando a ambos y a la propia historia tanto que la película
es recordada más por esta guerra que por los planteos que suscita. Es
definitivamente una historia para ver y discutir.

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