De dioses y hombres

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Basada en un caso real, la ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes llegó en DVD hace algunos meses y vale la pena compartir algunos apuntes.

El pájaro sobre la rama

De dioses y hombres (Des hommes et des dieux, Francia/2010). Dirección: Xavier Beauvois. Con Lambert Wilson, Michael Lonsdale, Olivier Rabourdin, Jacques Herlin, Loïc Pichon, Jean-Marie Frin y Philippe Laudenbach. Duración: 122 minutos.

 

Por Gastón Molayoli

Basada en un caso real, la ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes llegó a DVD hace algunos meses y vale la pena compartir algunos apuntes.

De dioses y hombres no es una película religiosa. No habla exclusivamente de Dios ni quiere convencernos de que uno en particular guía cada una de nuestras experiencias. Del binomio que propone el título, la película de Xavier Beauvois se queda del lado de los hombres.

En todo caso, la lógica superior que los contiene y que marca su destino es narrativa y tiene tono de tragedia. Después de los títulos De dioses  y hombres arranca con la cita de un Salmo que dice: “Yo dije: Dioses sois, y todos hijos del Altísimo. Más como hombres moriréis, como príncipes caeréis”. Acto seguido, un grupo de monjes desfila por un pasillo oscuro hacia un templo. La breve secuencia está revestida de una fatalidad que se mantiene, con matices, a lo largo de toda la película.

En el año 1996 un grupo de monjes trapenses de origen francés fueron secuestrados por terroristas en una zona montañosa de Argelia. Hasta ese momento estaban en una disyuntiva; si se quedaban ponían en riesgo sus vidas, pero si se iban exponían a la comunidad a la ola de violencia que se había generado. Los hombres decidieron  quedarse y acompañar a la comunidad, que después de varios años de convivencia los había adoptado como parte fundamental de su vida cotidiana.

La película muestra cómo dentro del pueblo los monjes cumplen varios papeles: son médicos, consejeros y hasta asesores en cuestiones administrativas. No están separados por la distancia que se suele generar entre los templos, capillas o monasterios y su entorno. Siempre demuestran una suerte de conciencia colectiva y su integración es tan grande que hasta pueden convivir con líderes de otras religiones. Cuando un político les ofrece protección, Christian, el líder del grupo (Lambert Wilson) la rechaza rotundamente. No quiere que un gobierno corrupto los proteja sólo a ellos y exponga al resto de la comunidad. El compromiso no es únicamente religioso, sino también, y sobre todo, político. Cuando los monjes revelan la posibilidad de una huída, agregando que se sienten como un pájaro sobre una rama, una de las mujeres del lugar los corrige; ustedes son la rama y nosotros el pájaro; si se van, nosotros caemos.

Más adelante, el mismo político de antes les ruega que abandonen el lugar porque piensa que con su presencia los religiosos ponen en peligro a la población. La escena siguiente muestra a dos de los monjes con el auto detenido por un desperfecto, en el medio de la ruta. Un grupo de mujeres se acerca y luego de preguntarles por lo que sucede, bromea con ellos. Con gran poder de síntesis y una claridad propia de un cine más clásico Beauvois dice todo: la convivencia es tan armónica, los monjes están tan instalados en la comunidad, que la huída no entra en las posibilidades.

Ciertos temas suelen generar un rechazo previo en algunas personas. Ocurre con las películas bélicas norteamericanas y con aquellas protagonizadas por religiosos, por citar dos ejemplos. De dioses y hombres es una película política que no separa a las personas de sus elecciones, ni a las ideas de las acciones. Contempla a sus personajes mientras reflexionan, dudan y se acompañan, y abre el juego a la presencia ambigua y potente de las imágenes.

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