Un mundo misterioso

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Mientras tanto

Un mundo misterioso (Argentina/2011). Guión y dirección: Rodrigo Moreno. Con Esteban Bigliardi, Cecilia Rainero, Rosario Bléfari y Germán Da Silva. Duración: 107 minutos.

Por Gastón Molayoli

Dentro de lo que se llamó el Nuevo Cine Argentino (y que a esta altura tiene poco de nuevo), existe una corriente integrada por nombres como Juan Villegas y Ezequiel Acuña. Todos ellos encuentran una raíz posible en el cine de Martín Rejtman, el realizador que con Rapado (1991) abre las puertas de un conjunto de películas englobadas dentro del epíteto “nuevo”. Un mundo misterioso, la segunda película de Rodrigo Moreno también parece deudora de cierta manera rejtmaniana de ver el mundo. Un modo de andar, una manera de decir las cosas -con un tono siempre recto, casi como si los personajes fueran loros que reproducen parlamentos-, y un marcado ascetismo en la puesta en escena. Personajes unidimensionales, sin matices, relacionándose con- y caminando como- máquinas: una moto, una muñeca, un Renault 12.

De todas esas características, la de más difícil ejecución tiene que ver con los diálogos. Y allí quizás resida el punto flojo de Un mundo misterioso: sus líneas de diálogo son demasiado artificiales, demasiado redundantes y un tanto obvias. Las de Rejtman son efectivas porque logran un ritmo interno que no se parece a ningún otro. Tienen un timing que no sólo pertenece a la mejor tradición de la comedia sino también a una tradición literaria, de la que Rejtman también proviene (recordemos que Rapado está inspirada en un libro homónimo de su autoría).

Más allá del ejercicio comparativo, que puede ser un poco malicioso, lo interesante es preguntarse sobre la manera en que Moreno renueva ese estilo para contar su historia. La película es despareja, pero el director asume algunos riesgos formales cuyos resultados terminan siendo bastante más valiosos que el de algunos directores citados más arriba.

Moreno es un director preocupado por lo formal. Cada imagen genera la sensación de que todo fue planificado con suma precisión, algo que podría caer fácilmente en una estilización pero que en Un mundo misterioso se traduce en un modo seguro de mirar.

En los largos momentos de silencio, Moreno va asentando un clima extraño. Desde la primera escena, en la que Ana le pide a Boris un tiempo, hasta las últimas hay un letargo que se impregna transformando todo en una larga espera. Ese mientras tanto que implica la situación desconcierta a Boris y lo obliga a divagar por ahí, sin plazo ni rumbo fijo. ¿Cuánto es un tiempo? ¿Dos días o dos meses?, pregunta Boris. Durante el tiempo que dura la película, el director tiene la pericia de hacer transitar a su personaje por un trayecto indefinido. Esto habilita la posibilidad de que en cualquier escena pase cualquier cosa y que cada plano tenga una duración no atada al dogma del ritmo. En el mientras tanto, hay hoteles, casinos, ex compañeros de colegio, un auto rumano, un mecánico que lo arregla y varias cosas más.

Con el paso de los minutos, la película logra construir un misterio que le es propio, que surge en el ámbito de las relaciones íntimas y que no le debe nada a nadie.

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