P3ND3JO5

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pendejos miño

Todos fuimos así, todos somos así. Quizás con un poco más o con un poco menos de tragedia y mala suerte.

P3ND3JO5. (Argentina/2013). Dirección, guión, diseño de sonido y producción: Raúl Perrone. Con Mariano Blanco, Cabito, Yenien Teves y Eugenia Juárez. Fotografía, cámara y sonido: Raúl Perrone, Hernán Soma, Bernardo Demonte y Fabián Blanco. Música: Nomenombres Wey. Duración: 157 minutos.

 Por Micaela Miño

Termina la película y quedo en blanco por unos minutos, hasta que un amigo que está al lado mío dice lo mismo que yo estaba pensando: “Bueno. Me voy a pegar un tiro”. Así quedé cuando P3ND3JO5 terminó: con dolor de cabeza, sofocada y gris por dentro y por fuera.

Sí, posiblemente yo justamente elegí el día donde más cansada estaba para ir a verla y fue un error. Ese tipo de excusas pone uno cuando siente que la película lo traspasa y carcome el alma unos segundos. “Basta, basta” pensaba y aparecía un nuevo acto. “Basta, ya está” y una coda final estaba empezando.  El aire por el que fluían las patinetas en la pantalla, era el mismo aire denso que respiraba, el mismo aire denso que me asfixiaba a la vez.

Después de esto mis amigos me negaron el derecho a elegir la película que vamos a ver, una vez más. Ésta vez de manera definitiva y no se los discuto. Mientras ellos se quejan sentados esperando el colectivo, yo quedo en blanco de nuevo y hago una pausa. No era del todo cierto lo que venía diciendo. No es verdad que la película me pareció un infierno. Aún peor, la creo excelente.

A los días me cruzo con más gente que la vio y escucho de nuevo el “¡qué densa! los planos eternos, las miradas infinitas, agotadoras” y yo feliz de poner compartir el movimiento de los brazos de cansancio y poder sacármelo de encima. Y si, era cierto, la película era insoportable. Sin embargo, parte de mí se estaba ahorrando otro tipo de discurso.

Si estaba agotada, sí el aire era denso. ¿Cómo no estarlo? Había estado por 2 horas y media dando vueltas en Ituzaingó.

Hay algo que nadie negaba en cualquiera de las conversaciones que había tenido “Ah sí, pero la música era increíble” y realmente lo es. Te envuelve en una noche oscura, fría, bien de barrio, con los pibes desde las puertas de las casas con la birra en mano que te miran pasar. Pendejos, pendejas, que viven como y lo que pueden,  dejando la vida fluir (al igual que una patineta). Todos fuimos así, todos somos así. Quizás con un poco más o con un poco menos de tragedia y mala suerte.

Fascinación por las didascálias que te permiten escuchar y sentir la música con todos los sentidos (sí, con todos, la cumbia también tiene sabor). Ésta ópera, de imágenes repetidas, nos invita a meternos. Si queremos volvernos metafóricos y románticos podemos comparar la película con agua, que se repite, que fluye, que uno mete y saca la cabeza para respirar… Pero ya hacer tal comparación seria irnos de mambo. Volvamos.

Es una obra increíble, que volvería a ver más allá del dolor de cabeza que me provoque después. Bailo y me deslizo en escenas que se compaginan. Bajo y subo persiguiendo al pibe de la patineta. Quizás la vuelva a odiar en el momento, pero a los días sé que voy a querer viajar a Ituzaingó otra vez.

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