Betibú

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Los ricos también lloran

 “Betibú”. 2014. Argentina, España. Director: Miguel Cohan. Con Daniel Fanego, Mercedes Morán, Alberto Ammann. 100 mins.

Por Leopoldo Muñoz*

Una de las escasas excepciones frente a la avalancha hollywoodense en nuestra cartelera surge del cine argentino, tal vez la única cinematografía latinoamericana que arriba con cierta regularidad. Al estreno de “Wakolda” en 2013, en esta temporada se suman “El misterio de la felicidad” y ahora “Betibú”, brotan como ejemplos de como explotar los géneros cinematográficos frente a nuestra enquistada bipolaridad audiovisual que se divide en: miradas autorales y bochornos que sólo buscan el éxito de taquilla a toda costa. Nuestro cine hoy goza de un merecido prestigio internacional -el mismo que tuvo Argentina a fines de los 90 y principio de este siglo, cuyo auge comenzó con “Piizza, birra, faso”- pero aún nos queda por aprender de los transandinos a combinar un celuloide de afán masivo pero que no trate al espectador como un idiota. Además nuestros vecinos poseen la virtud de integrar a sus películas la contingencia social y también a un pasado que quisiesen olvidar. Pero a diferencia de nosotros, ellos exhuman sus cadáveres en pantalla grande, para que nadie no se de por aludido.

En un exclusivo country Pedro Chazarreta (Mario Pasik) es asesinado. El crimen se convierte en la noticia que deben pesquisar Brena (Daniel Fanego), un veterano periodista que por su desparpajo está al borde del retiro, Saravia (Alberto Ammann) quien lo va a reemplazar en la sección de policial y Betibú (Mercedes Morán), una escritora a la que se le encomienda una columna escrita desde el sofisticado condominio.

Desde la primera escena este largometraje dirigido por Miguel Cohan invita a no perder pista alguna y sumarse a los protagonistas para intentar develar el misterio tras la noticia de crónica roja.  Un esfuerzo inteligente por incorporar al espectador, que se nutre de la tradición del film noir y se hace eco de los crímenes que remecieron a la Argentina como fueron los casos de María Marta García Belsunce y de Nora Dalmasso. A diferencia de los asesinatos en los arrabales, el guión -basado en la novela de Claudia Piñeiro- plantea que  la sangre derramada por la clase alta siempre se ampara bajo la nebulosa que otorga el poder y que ni la ley o el oficio periodístico logran arrojar algún incuestionable indicio de verdad. Detalle que está al servicio del relato y no se empantana en la grandilocuencia. Así, la imposibilidad de enfrentar al poder es un hecho que Brena (gran personaje que responde a la perfección con el añorado recuerdo del periodista de la vieja guardia) sabe al igual que sus compañeros de investigación, aunque sueñen con cambiar el destino.

Cohan asume un estilo clásico para narrar en su puesta en escena, donde el travelling resulta el viaje en que descubrimos un detalle que abre el misterio y dónde las fotografías desaparecidas actúan como resorte del fuera de cuadro, pues la imagen ausente tiene mayor elocuencia que la evidente. En esa forma, que puede ser heredera directa de clásicos como “Chinatown”, el director elige rozar el escenario político de la dictadura argentina y su putrefacta estela todavía vigente, pero se cuida de que los motivos para el asesinato no se anclen en el discurso sino en la venganza. Ahí, radica una de las mayores virtudes del cineasta al saber utilizar el género como un paraguas narrativo sin que se convierta en una camisa de fuerza. Dominio que se traduce en como describe el trabajo en el periódico y a su déspota director (lugar común desde “El ciudadano Kane” a  J. Jonás Jameson), en el retorno de Betibú a la escritura policial o en el retrato de un sector que se siente intocable por las altas murallas que rodean a sus viviendas, como comenta la escritora en su columna. En más de una manera, esta película nos ofrece disfrutar una historia hecha mil veces en Hollywood pero que en Latinoamérica, o al menos en Argentina, hoy se realizan de forma más cercana e inteligente.

CALIFICACIÓN: Buena

*  Leopoldo Muñoz es crítico de cine de Santiago de Chile. Colaborador en Metrópolis.

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