Entrevista a Gustavo Fontán

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Astillas en el mundo

Por Gastón Molayoli

Se trata de uno de los cineastas argentinos más interesantes de la actualidad. A pesar de que su cine fue visto y premiado en varios festivales de todo el mundo, Gustavo Fontán no es un director muy conocido. A través de un intercambio de mails pudimos hacerle algunas preguntas en ocasión del estreno en Río Cuarto de El rostro, su última película.

-En primer lugar quisiera que me cuente cómo surgió el proyecto.

Había un conjunto de preguntas iniciales: ¿Puede haber una mirada más o menos inocente, como si miráramos por primera vez el mundo? ¿Puede el plano, en esa inocencia, registrar un perro, un bote, el agua, un cuerpo, un rostro, en una expresión simple, cruda? ¿Estará la alegría en este encuentro sencillo con el mundo? La película es el balbuceo a partir de esas preguntas.

-En la película trabaja con formatos como el 16 mm y el 8 mm, que generan texturas muy distintas del digital ¿Por qué esa decisión, que de algún modo va a contramano de la manufactura instalada en el cine actual, incluso en el llamado independiente? 

De alguna manera, la película es un viaje en el tiempo. Si bien se puede pensar un tiempo lineal dado por la llegada del personaje y por su  partida final, el tiempo avanza en espiral y el presente se construye también con los pasados. No me interesaba en esa construcción de presente la diferenciación con el pasado, sino la coexistencia en una realidad sin límites definidos. Por eso la apuesta a los materiales, al súper 8 y al 16 mm. Teníamos  unos archivos de los ’60, filmados en la zona por el tío del protagonista. Un material en blanco y negro, en fílmico, con todas las marcas del tiempo. Lo que pensé entonces era que lo mejor para construir perceptivamente ese presente  era pensar una deriva en los materiales, un alejarnos y un acercarnos de ese material de archivo. Pero a su vez sabía que la lejanía con respecto a  ese material original no podía ser muy grande: si filmábamos en digital color iba a estar muy delimitada la frontera entre el presente y el pasado.

Es interesante la palabra manufactura. Siempre entendí que es en el lenguaje donde reside la profundidad de un tema. La elección de los recursos de lenguaje y de los propios materiales no pueden ser sostenidos por elementos ajenos a las búsquedas propuestas.

-El trabajo con el sonido propone capas que no siempre se vinculan con lo que está sucediendo. Es decir, no se trata de una relación directa entre imagen y sonido. ¿Cómo fue el proceso de trabajo con la banda sonora y qué estaba buscando?

Va en la misma dirección de la idea de tiempo a la que hacía mención en la pregunta anterior. El sonido debía accionar de acuerdo a esa idea: su temporalidad, la de la imagen sonora, no tenía que coincidir exactamente con la temporalidad de la imagen visual. Son parte del mismo mundo pero están descentradas en la medida que está rota la idea de cronología. Imagen sonora e imagen visual provienen del mismo mundo pero no necesariamente del mismo tiempo.

-La orilla que se abisma, una película suya del año 2008, está vinculada con la obra del poeta entrerriano Juan L. Ortiz. Si bien sus otras películas no manifiestan de manera explícita una filiación similar e incluso casi no poseen diálogos, las palabras parecen estar dando vueltas, quizás desde el motor de la poesía más que desde la narrativa. ¿Cómo se filtran las palabras en su proceso de trabajo?

Hay algo que descubrí en la poesía antes que en el cine: un modo de expresar la perplejidad ante los misterios del mundo y del hombre. El lenguaje como la expresión de un desconcierto. Pero pronto entendí que para que algo así funcione en el cine tenía que apartarme mucho de la palabra para dejar que la imagen posea ese carácter: ser al mismo tiempo referencia y abismo.

-Por último, ¿qué lugar ocupa el azar en sus películas?

Desde El árbol en adelante mis guiones fueron estructuras abiertas, que nunca tienen más de veinte páginas. En ese guión defino la estructura, cierto trazado del relato, el modo de narrar, y dejo abierto todo un conjunto de cosas que deberán ser descubiertas en el mundo real recortado por el relato. No diría improvisación… Definida la estructura y el principio poético, el contacto con el mundo está planteado como una actividad de descubrimiento: encontrar astillas en el mundo que serán inscriptas en nuestro relato. Si llamamos azar a esas perlas que la realidad ofrece bienvenido el azar.

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