Brochas en campaña
Por Alejandro Fara y Gastón Molayoli
El director de Cuerpo de letra siguió durante meses a las brigadas que se ocupan de las pintadas polÃticas en el Conurbano. “De una forma sensorial la pelÃcula refleja un mundo desconocidoâ€, dijo el autor.
RECORRIDO
Julián D’ Angiolillo es artista plástico y cineasta. Nació el 26 de agosto de 1976 en la ciudad de Buenos Aires. Su primer largometraje fue Hacerme feriante, filmada en la feria La Salada entre 2010 y 2011, en plena remodelación de los puestos ubicados sobre El Riachuelo. Su producción incluye numerosas exposiciones artÃsticas, videos y cortos.
Su segundo documental es Cuerpo de letra, que se empezó a filmar durante la campaña para las elecciones legislativas de 2013 y se terminó de filmar a mediados de 2014. El proceso de montaje se extendió desde julio del año pasado hasta abril de 2015. Cuerpo de letra se exhibe por segunda semana en el Centro Cultural Leonardo Favio.
Sin ideologÃa y al mejor postor. Asà se mueven por la madrugada los muchachos de la brocha. Acaso esta misma noche cuando la cuenta regresiva marque el último recodo hacia una elección crucial estarán trabajando al mismo tiempo para DANIEL, SERGIO Y MAURICIO.
Pertrechadas con balde, brocha y cal, las cuadrillas saldrán a la caza de los últimos muros vÃrgenes de la ciudad o repintarán las leyendas que la lluvia y los dÃas empezaron a envejecer. Están ahÃ, pero no los ves. Parecen invisibles. Sin embargo, en Cuerpo de letra, el documental que Julián d’Angiolillo (39) terminó de filmar en abril de este año tienen un rostro un nombre y se mueven con la soltura de quien conoce el paño. El director de la pelÃcula que por estos dÃas se exhibe en el Centro Cultural Leonardo Favio vino a RÃo Cuarto a acompañar su criatura y se declaró encantado de que una ciudad del interior del interior sea una de las primeras en proyectarla.
-¿Con qué pelÃcula se va a encontrar el público del Leonardo Favio?
-La pelÃcula revela un mundo y una mecánica de trabajo que en general no es muy conocida y lo acerca al público de una forma bastante sensorial. Hay una intención de que se viva la experiencia de estos personajes, de estar ahÃ, y vivir lo vertiginoso y riesgoso que es trabajar en la autopista. Hay una preocupación por mostrar cómo se vive el espacio, ese espacio que tiene la particularidad de ser hostil porque está diseñado para los autos. En ese nivel es un poco ir a la conquista de un espacio que no es una peatonal, o un muro donde uno puede ponerse a escribir cómodamente un grafitti. Son puentes, a veces uno tiene que estar colgado, hay riesgo, hay caÃdas, hay golpes…
 -¿Cuál fue el origen de la pelÃcula?
-Todo nace por una instalación artÃstica que hice en Tecnópolis. Se llamaba Antrópolis. AhÃ, trabajé con medios de comunicación tÃpicos de la zona del Conurbano: pancartas, propaladoras, pintadas polÃticas. Algunos de los trabajadores de Tecnópolis me contaron que habÃan hecho pintadas polÃticas y me interesé en el asunto. Cuando me movilizaba por los accesos de Buenos Aires siempre me llamaban la atención las pintadas, como si fueran una suerte de procesión magnética. Antes, todo esto sucedÃa como resultado de una militancia, pero ahora la mayorÃa lo hace por encargo. Les da lo mismo si pintan el nombre de un candidato o de otro. Producen un contenido que no es propio. En Cuerpo de letra está eso que uno observa cuando se traslada a los grandes centros urbanos, esas grandes arterias de las ciudades en las cuales aparecen estas pintadas. Son espacios residuales que en general los municipios locales no los mantienen y que tienen que ver con el mobiliario urbano, las autopistas, los puentes, espacios que terminan siendo conquistados por las pintadas polÃticas.
-Y que de algún modo son comunes en toda nuestra geografÃa.
-Claro, cuando venÃa para RÃo Cuarto, por ejemplo, miraba los puentes ferroviarios viejos y abandonados, y todos tienen pintadas polÃticas de vieja data, de la UCR que vaya uno a saber de cuando eran…Tal vez de los años 80 cuando todavÃa existÃa la UCR. Pero, bueno, no removamos la herida. En un comienzo me planteé la pelÃcula como algo más coral, más de los oficios que tienen que ver con la propaganda sonora, como ese avión que se ve en la pelÃcula que hace publicidad aérea, también los pasacalles, es decir, medios que hoy son obsoletos. Aparentemente son obsoletos, porque siguen funcionando. Y conviven con las redes sociales que son los medios que hoy dominan. A partir de ese interrogante fue buscar a la gente que hace esto. Cuando vi cómo era la dinámica y cómo trabajaban, dije acá hay una pelÃcula muy particular.
– La pelÃcula es muy potente, tanto desde lo visual como desde lo sonoro. Es como si las dos bandas fueran de la mano. Â
-La primera pregunta que me hice fue ¿cuál es la mejor forma de registrar esto? A priori me querÃa alejar de Hacerme feriante a nivel formal. Hacerme feriante es una pelÃcula construida mayormente a partir de planos fijos, de lo observacional. QuerÃa alejarme de esa idea porque la sentÃa un poco cómoda, es un modelo que está cada vez más calado en el status quo. Por otro lado, habÃa algo fundamental: no podÃa hacerlo, no me resultaba práctico porque no sabÃa dónde iban a pintar, no podÃa llegar antes que ellos a los paredones para hacer un lindo plano. Me gustaba la idea de una cámara que estuviera flotando, siempre buscando, que nunca se encontrase quieta, detenida, como si se sostuviera por un sentido lÃquido. Hay algo de la materialidad del espacio, que los envuelve. Con MatÃas Iaccarino intentaba estar entre ellos y creo que eso está logrado.
-Por momentos parece como si la ciudad estuviera hablando, como si fuera un personaje más. ¿Cómo fue el trabajo sonoro, qué estabas buscando?
-Con Pablo Chimenti, el sonidista que también estaba en Hacerme feriante, querÃamos que el sonido fuera expresivo. Si bien usamos mucho sonido directo, durante gran parte de la pelÃcula el sonido está fuera de sincronÃa. Al principio estaba muy preocupado porque todo el sonido directo que conseguÃamos era sonido de tráfico. Era insoportable. VenÃamos de la experiencia de Hacerme feriante, en la que el trabajo con el sonido era agotador, pero era buscado. Acá buscábamos otra cosa. Pablo empezó a trabajar con el tráfico, dejando de lado a los autos. Quedaba, entonces, sólo el sonido de ráfagas de viento. Es como si no estuviera el auto, sino el cuerpo del auto. Hay algo también del orden de las transiciones que están desfasadas: hay transiciones que son visuales pero no son sonoras y viceversa. O a veces el sonido se adelanta. También buscábamos que el tiempo se alterara un poco, para que no se supiera si lo que se está viendo es un flashback, si sucede antes o después.
-Ellos no son dueños del contenido pero siguen siendo dueños de la caligrafÃa, siguen manteniendo una relación fÃsica con la pintada.
-En general ellos pintaban lo que les salÃa o lo que les habÃan pedido, nosotros no les pedÃamos nada en particular. Cuando terminamos la pelÃcula volvimos para hacer un spot con ellos, para promocionar la pelÃcula. En ese momento sà les pedimos que pintaran el nombre de la pelÃcula. Y ellos lo hicieron, desde su propio estilo. Coincido, entonces, en la idea de que son dueños. Responden al pedido pero lo adaptan a su forma. Es como si cualquier mensaje fuera susceptible de ser ingresado en ese sistema gráfico super establecido, que además es un saber popular. Un saber gráfico, intrÃnsecamente popular, que luego puede ser usado, por ejemplo, por Durán Barba, que nada tiene que ver con lo popular.
-Es el relato de un oficio que pivotea al borde de la ilegalidad y que genera una rivalidad y una lucha por ver quien se apropia de los muros.
-SÃ, el final es en la General Paz que es un territorio muy simbólico porque divide la Capital de la provincia de Buenos Aires y, de alguna forma, las dos bandas se dividen las paredes: del lado de Capital pintás vos, del lado de provincia pinto yo, y es como una negociación permanente.
-Parece como si hubiera en el cine argentino contemporáneo una cierta reticencia a abordar lo polÃtico como un campo de disputas, de luchas. Es una de las tesis del libro “El paÃs del cineâ€, de Nicolás Prividera. En Cuerpo de letra y en Hacerme feriante, tu primera pelÃcula, esto no sucede.
-Me parece que lo polÃtico está mal entendido, como si fuera una marca de época que de algún modo puede hacer envejecer muy rápido a una pelÃcula. Como si no se quisiera, por ejemplo, registrar determinados procesos históricos o incluso tomar partido frente a ellos por miedo a quedarse encerrado dentro del suceso y no poder trascenderlo. En mi caso no es algo que planifiqué a priori, pero es algo que emerge y me resulta inevitable. En Hacerme feriante habÃa algo innegable de la historia del predio de La salada, y en Cuerpo de letra por la cuestión de los cuerpos y el oficio. En esta última década hubo un resurgimiento de la militancia pero mi idea era pensar que lo polÃtico no estaba sólo ahÃ.
-Hay algo que redujo bastante la discusión estos años y es esta idea de que el observador o el lector debe tratar de desentrañar si el cineasta, el periodista o quién sea es K o Anti K. ¿Pensabas en esta dicotomÃa cuando hacÃas la pelÃcula?
-No lo pensaba pero ahora que la estrené me pasó que me corrieron por izquierda y por derecha. Tengo amigos de los dos “bandos†y me resultaba llamativo cómo cada uno proyectaba de una cierta manera lo que sucede en la pelÃcula. Hay mucha gente que está vinculada al espacio del kirchnerismo a la que le cuesta ver algunas crÃticas que se salen de las “formas del modeloâ€. Es un problema grande que tiene el kirchnerismo y que estarÃa bueno que lo supere. Y por otro lado los antikirchneristas concluÃan que, a partir de la ausencia de pintadas vinculadas con el Frente para la Victoria, yo estaba diciendo que esas pintadas no se hacÃan por encargo sino por convicción. Algo que en realidad fue azaroso. Hubiera pintado tranquilamente a un grupo que pintada para Scioli pero justo me topé con uno que lo hacÃa para Massa o Macri.
-¿Cómo vivÃs la posibilidad de que Cuerpo de Letra se estrene en una ciudad del interior del interior?
-Estoy encantado. Son los primeros pasos que damos. Ya estuvimos en Salta y ahora RÃo Cuarto y luego Córdoba. Igual, si bien la pelÃcula está filmada en el Conurbano bonaerense, está una práctica común en el paÃs. Cuando uno viaja ve que cada paisaje tiene su tipologÃa particular de pintada. Y esto termina siendo algo bien identitario de lo argentino. En otros paÃses, eso no es común.
Esta entrevista fue publicada originalmente en el Diario Puntal, el lunes 19 de octubre de 2015. Â
Hola,queria felicitar a los chicos que hicieron ésta entrevista,me encanto.Lei,ademas, el comentario de la pelicula,y a pesar de no haber tenido el placer de verla,me senti inmersa en ella..A medida que iba leyendo,iba imaginando todo..es como verla,vivirla..les dejo mi saludo y seguiremos aqui,leyendo sus comentarios que me parecen muy interesanteess!!!besos!!!
Muchas gracias por el comentario, Karina.
Va un abrazo.
De nada Gaston,un placer..