Hierba, de Raúl Perrone
Por Gastón Molayoli
Casi siempre hay una pelÃcula de Perrone en el BAFICI, y siempre es una noticia bien recibida. El hombre de Ituzaingó (asà se llamó una retrospectiva que le dedicaron recientemente en la Viennale) filma desde hace treinta años a un ritmo sostenido. Hace cuatro años, sin embargo, su filmografÃa dio un giro. P3ND3JO5 fue la punta de lanza y luego le siguieron Favula, Ragazzi, Samuray-S (sólo pude ver la primera y la tercera) y en esta edición llegó Hierba, programada dentro de la Competencia Argentina.
El giro fue contundente: un cine que se anclaba en el realismo y que demostraba cariño y respeto por sus personajes sin caer en el costumbrismo llano derivó en uno que recupera algunas variantes del perÃodo mudo. Anular los diálogos sonoros y permutarlos por las viejas didascálias, en un primer momento, para luego abandonar la palabra definitivamente, como en esta última pelÃcula (que la mantiene como simple gesto visual), fue una de las principales decisiones. Esto habilitó la posibilidad de explorar la banda sonora desde otro lugar, no sólo como terreno propicio para indagar en los estilos musicales más variados (Perrone define P3ND3JO5 como una “cumbiópera en tres actosâ€) sino también para trabajar con discontinuidades consecuentes con las rupturas visuales y un entramado de sonidos afectados que pueden remitir o no a la escena que se despliega frente a cámara.
El regreso a esos orÃgenes del cine no tiene nada que ver con la nostalgia. En Hierba se puede encontrar un cierto diálogo con el expresionismo y en un momento con la comedia slapstick, pero lo más valioso (y placentero) es que recupera la tensión que el cine, cuando se desprende de su imperativo realista, mantiene desde sus inicios con la imagen pictórica. Y lo hace sin entregarse tampoco al gusto por el plano recargado, obsesivamente puntillista del digital presente. La imagen pixelada se muestra en toda su rusticidad, a veces bastante rota, incluso rodeada por esa aureola que para el buen gusto audiovisual (de filiación publicitaria) resulta una molestia.
El primer plano de la pelÃcula es una reconstrucción directa del cuadro de Manet titulado Almuerzo en la hierba. A partir de allà los personajes principales (dos mujeres y dos hombres) estarán presentados. Ese primer plano también presentará el modo en que los cuerpos se integrarán con el espacio (o viceversa): los cuadros que se retoman funcionarán a modo de pantalla-fondo, como sucedÃa en algunas pelÃculas clásicas.
Lo notable de Hierba es que logra sostener con sinceridad un artificio que en otras pelÃculas podrÃa quedar como una pose solemne, una declamación visual. En una época en la que las imágenes suelen esconder tanto cinismo, es muy poderoso encontrarse con una pelÃcula que sostiene una consciente y juguetona ingenuidad sin perder nunca (como en todo el cine de Perrone) la fé en los personajes y en sus rostros.