BAFICI (2016): La larga noche de Francisco Sanctis.

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La larga noche de Francisco Sanctis, de Francisco Márquez y Andrea Testa

 

Por Gastón Molayoli

Todo sucede en 1977, durante la última dictadura militar en Argentina. Francisco Sanctis es un hombre de clase media, casado y con dos hijos, que espera desde hace mucho tiempo un ascenso en su trabajo. Una tarde recibe el llamado de una amiga de la adolescencia que supuestamente quiere comentarle sobre la posibilidad de editar en una revista de Venezuela un poema (de fuerte carga política) que Francisco escribió hace muchos años. Una excusa. El hombre accede y la mujer lo pasa a buscar a la noche con su auto. Mientras circulan por calles de Buenos Aires, la mujer le pide que recuerde dos nombres y una dirección y le confiesa la verdadera razón del encuentro: la Triple A se va a llevar a esas dos personas, hay que avisarles.

La larga noche Francisco Sanctis, basada en la novela homónima de Humberto Constantini, es una película notable, una de esas que asimilan con inteligencia las armas nobles del cine clásico para contar una historia que sólo a simple vista puede parecer un juicio despiadado hacia a la “mayoría silenciosa” que avaló el proceso militar. El “hombre común”, interpretado por un impecable Diego Velázquez (que sostiene con sus ojeras todos los planos de la película), se ve envuelto en la encrucijada de su vida: tiene que decidir si viaja hasta la calle Lacarra 6072 para avisarle a Julia Cardini y Bernardo Lipstein que los están buscando o si se queda en su casa, amparado por la idea de que no se tiene que meter, que no es cosa suya. Lo que tiene en su cabeza, y lo único que puede sostener su compromiso, es el nombre y la dirección de dos personas reales, datos mínimos sobre los que funda una empatía, una angustia y una desesperación.

Este es el debut de Francisco Márquez y Andrea Testa. Parece, sin embargo, la obra consumada de dos cineastas experimentados. El aire de la época no circula tanto gracias a una reconstrucción minuciosa de los espacios (cerrados o abiertos) sino de un ordenamiento visual y sonoro que rodea al protagonista con profundidades de campo cortas, dibujando a la ciudad a partir de luces lejanas, y una banda sonora precisa y expresiva, que primero lo aísla del contexto y luego, cuando no haya vuelta atrás, lo convierte en uno más del pueblo.

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