CINE CLUB AL FILO. TODOS LOS MARTES A LAS 21 HS. CC LEONARDO FAVIO (BS AS RÃO CUARTO/CÓRDOBA) ENTRADA LIBRE Y GRATUITA.“Todas las personas mayores fueron al principio niños -aunque pocas lo recuerdan-“ (Antoine de Saint Exupéry)
                                                                Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta del zapato. (Julio Cortázar)
01/08 – La infancia de Iván, de A. Tarkovsky (URSS/1962). 95 min.
08/08 – Los niños de San Judas, de A. Walsh (Irlanda/2003). 100 min.
15/08 – Cuenta conmigo, de R. Reiner (EEUU/1986). 86 min.
22/08 – El viaje de Chihiro, de H. Miyazaki (Japón/2001). 124 min.
29/08 – Los 400 golpes, de F. Truffaut (Francia/1959). 94 min.
Por MarÃa Belén DÃas GundÃn.
La palabra infancia me transporta directamente a mi infancia y a las infancias ajenas. Huele; sabe; me mira desde bien lejos. Sin embargo, ¡cuántas veces puedo alcanzarla! Cuántas veces la sueño y la escarbo. Hay imágenes y momentos que se confunden en sueños. A veces pienso si “fueron†o si las sigo creando. Y allá estoy, nadando en el barro; invadiendo patios vecinos; llamándome con otro nombre; actuando. ¿Qué vestigios hay en mà de aquella que fui? ¿Qué queda en nosotros de eso que pensamos, creemos (o nos hicieron creer) que ya hemos perdido?
La inocencia, la magia…
Lector, pensarás ¿por qué la infancia? Pues, porque allà es donde se siembra. Allà es donde “la vida es un sueñoâ€. Cuando imaginé pelÃculas para este ciclo, primero me vi a mà misma en mi infancia, y luego las infancias que me rodeaban, y las que me rodean ahora. Las pelÃculas que se me vinieron a la cabeza  eran una y dos, y cada vez eran más…. Entonces, me di cuenta, cuán llena y llenos de infancia estamos. A través de ellas, pude ver cuán diversos somos los seres humanos y cuánto tenemos en común.
La idea es permitir(se) observar el mundo y lo que cada uno cree o pretende sobre alguna realidad, desde la óptica de la infancia. Los jóvenes protagonistas de estas historias transitan  zonas  de ensueños y de dolor: las primeras, son las puras, las de la inocencia; allà es donde se vuela, donde se tejen los primeros lazos y el compañerismo; allà se cuenta la historia de “malteadaâ€, se viaja en tren con una sombra, se moja el rostro infante bajo la lluvia. Y el dolor… esa es la zona habitada por la irrupción del mundo adulto, y con él, las instituciones que se imponen enmascaradas de curas, maestros, familia.
La niñez y la infancia transcurren alguna vez y para siempre. En ellas, lo onÃrico y lo “real†se fusiona, se trastoca. AllÃ, en ese perÃodo tan precioso de la vida, se plasman marcas indelebles que devienen en intensos debates de diván o en monólogos con nombres, personas y lugares que fueron alguna vez.
El cine, movilizador de sensibilidades, nos permite -esta vez- sentirnos como jóvenes protagonistas; deambular por espacios lejanos en donde la juventud nos hace pensarnos nuevamente: reencontrarnos con extrañas criaturas, cambiar la identidad; irnos de casa, contar historias alrededor del fuego; soñar, anhelar el reencuentro; correr, transgredir… Pero, como en la vida, también irrumpe el dolor y la muerte. Como en la tragedia misma,  el inevitable destino.
La infancia de Iván (Andréi Tarkovski, 1962)
Iván peregrina por un mundo onÃrico y por el de la verdadera realidad. Sus sueños recurrentes no solo son indicios para que como espectadores conozcamos cómo ha perecido su familia, sino que demuestran, también, los deseos de Iván, truncados por la guerra. En el otro plano de su vida, este joven y bello personaje es valiente y amado; es dulce y melancólico; se asemeja a un ángel, ilumina los espacios que presencia; es frágil y valiente, obstinado, decidido. Iván no le teme a la muerte. Esa falta de temor es determinante en el personaje y lo hace moverse del lugar de niño. Es un soldado ruso más, movilizado por un objetivo: la venganza. Él, no tiene nada que perder porque no tiene nada. No hay proyecciones, su vida poco vale para Iván. El contexto bélico lo determina. Tarkovski, logra adaptar al cine -de manera majestuosa- la novela de Vladimir Bogomolov: Iván (Иван, 1957). Los primeros planos y algunas escenas, por momentos hacen sentir al espectador como si estuviera en un teatro y no frente a una pelÃcula. La fotografÃa del film se asemeja al lenguaje poético: provoca extrañamiento, sensibiliza, dice mucho más que lo que muestra.
Los niños de San Judas (Aisling Walsh , 2003)
Abusos, maltrato, orden, religión y educación son los temas de esta pelÃcula. En el medio: sacerdotes católicos, maestros y niños. Basada en la novela “Song for a Raggy Boyâ€Â de Patrick Galvin (1991), en la cual se ficcionalizan hechos extraÃdos de la realidad., Walsh muestra de manera cruda y directa, la estricta y nefasta manera de “educar†y controlar a los niños en una escuela-internado irlandesa en 1939. El film es una propuesta al repudio de los mecanismos de abuso y explotación de quienes ostentan el poder religioso sobre los niños, más aún en situación de vulnerabilidad. Las actuaciones de los verdugos son excelentes. Las escenas de abusos y golpizas son escalofriantes. Los representantes de la iglesia son bestias hambrientas, rabiosas, abominables y crueles. En este oscuro ambiente del reformatorio irrumpe la presencia de William Franklin, un maestro laico marcado por ciertos traumas tras haber sido combatiente en la Guerra civil Española. Este personaje, a pesar de su oscura historia, viene a ser una especie de mesÃas para los internados. Sus métodos pedagógicos y la manera en la que se relaciona con los jóvenes rompe el estricto esquema; asà aparecen los vÃnculos y la empatÃa, lo cual deviene en duras consecuencias, fundamentalmente para uno de los indefensos personajes. Una vez más, el cine muestra los abusos cometidos en nombre de la iglesia y de violadores y abusadores enmascarados, ocultos y protegidos bajo una sotana.
Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986)
Si alguna pelÃcula puede tener todos los ingredientes del paso de la niñez a la pubertad es ésta. Contada en retrospectiva, a través de recuerdos de uno de los personajes podemos introducirnos en esta historia que no cuenta más que el recorrido de cuatro amigos en busca de un cadáver. No es cualquier cadáver sino el de un joven como ellos. Ese cuerpo sin vida es el objetivo del viaje, pero hay un trayecto que han de recorrer en el cual la amistad, los temores, los códigos y las historias personales se instalan como “el†tema de la pelÃcula. Los cuatro amigos emprenden su recorrido como una aventura de barrio, sin dejar de tener presente el amargo final. Suceden acontecimientos que rozan con el humor porque están cargados de adrenalina e inocencia. Cada una de las situaciones y de los diálogos nos acerca al mundo de la camaraderÃa, de la configuración de la identidad, de la importancia de las relaciones interpersonales. No hay nada extraordinario en este film, por eso me parece extraordinario. Es un recorte de una etapa de la vida: la juventud “divino tesoroâ€.
El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki 2001)
Chihiro debe abandonar su vida cotidiana: sus amistades, su escuela, los aromas de su casa, su mundo infantil. Sus padres, como adultos que toman decisiones, emprenden un viaje hacia un nuevo hogar. Sin planearlo, el viaje toma otras dimensiones: tras traspasar un túnel, comienza “el otro viajeâ€. Todo es extrañamiento para Chihiro. Ella, agudiza sus sentidos y comienza a desconfiar, a temer, a sentirse amenazada. Sus padres, enceguecidos por la abundancia sufren la metamorfosis en sus cuerpos: ya no son humanos sino cerdos. La niña, comienza un viaje inesperado. Ahora, la pelÃcula es plenamente simbólica. En ella, cada personaje, cada situación, y hasta el más mÃnimo detalle, van construyendo estados de conciencia, estados espirituales. El recorrido de Chihiro por ese nuevo espacio que habita (una ciudad fantasma, llena de extraños personajes –benévolos y repugnantes-)  es el de nuestro propio paso por la existencia. Chihiro debe abandonar su propia identidad para subsistir, pero solo puede despojarse de su nombre, no de su propia esencia. Esta pelÃcula, del director japonés Hayao Miyazaki, es un clásico del cine animé de todos los tiempos. En tanto clásico, tiene el poder de resignificarse y de que, quienes somos espectadores le demos sentido a cada uno de sus detalles desde nuestra propia existencia.
Los 400 golpes (François Truffaut, 1959)
We don’t need no education. We dont need no thought control. No dark sarcasm in the classroom. Teachers leave them kids alone. Hey! Teachers! Leave them kids alone! (Pink Floyd, 1979)
Francia + Blanco y negro + Escuela + Familia + Disciplina+ RebeldÃa + Antoine = Los 400 golpes. Pareciera que Truffaut, sin la más mÃnima inocencia realiza no sólo una crÃtica al sistema educativo y normativo, sino a las relaciones humanas entre el mundo de la juventud y de la infancia, en contraposición al “sistema†adulto. El comienzo y el final de esta pelÃcula dan fe de tal confrontación a través de los espacios que enmarcan al protagonista: el obstinado Antoine. Por un lado, los muros de aula + el severo y antipático profesor  + el orden inmaculado de la palabra y la “domesticación del cuerpoâ€. Por otro, el espacio de la libertad: el mar, su costa, el cielo, la arena, la mirada directa de Antoine, el guiño y la búsqueda de complicidad en el espectador. En este contexto, la familia,  la escuela, la cárcel y el reformatorio de menores  fracasan como instituciones encargadas de modelar al sujeto. El mundillo de la delincuencia aparece como una opción emancipadora. La desobediencia a todos los sistemas de control alimenta el espÃritu transgresor del joven actor. Esta pelÃcula eterna, que ya ha traspasado medio siglo, exhibe perfectamente la falta de creación de vÃnculos intergeneracionales, el fracaso de un sistema educativo de control, la hipocresÃa matrimonial y, fundamentalmente,  el valor y el desconcierto final del personaje frente al encuentro con la propia  libertad.