Sieranevada, de Cristi Puiu (Rumania/2016), 173 min.
Por Gastón Molayoli
El amigo y admirado crÃtico Eduardo Rojas me dijo alguna vez que lo que más le gustaba del cine rumano era el enorme parecido que encontraba entre su cultura y la nuestra. Para Eduardo, Bucarest se parecÃa a Buenos Aires, con sus calles grises, gente que habla con las manos y mucha mugre. En Sieranevada, la última pelÃcula de Cristi Puiu, el espacio retratado se aleja de las calles (aunque también las vemos) y se circunscribe, en lÃneas generales, a una casa donde una familia se prepara para un ritual de despedida. No es un simple velatorio, tal y como lo conocemos por estos lados, sino una especie de ceremonia de transmutación: uno de los hombres jóvenes de la familia deberá vestir la ropa del abuelo difunto mientras un sacerdote, a través de oraciones y cánticos, cumpla el papel de conductor. El protagonista de la pelÃcula, sin embargo, no será el nieto, ni tampoco la viuda, sino el hijo mayor Lary.
Cualquiera podrÃa decir, a partir de esta breve sÃntesis, que Sieranevada es un relato intimista que roza el costumbrismo, algo asà como una Esperando la carroza rumana. No hay nada de eso. Las diferentes subtramas que se cruzan en el diminuto departamento (al menos para albergar a todas estas personas) remiten, por un lado, a problemas conyugales o diferencias de opinión acerca de la historia familiar (reciente y no tanto) y, por el otro, al mundo que entra a la fuerza. Esto último se percibe de varias maneras. En primer lugar por las teorÃas conspirativas que uno de los sobrinos pone todo el tiempo sobre una mesa que hasta el final no verá nada de la comida que todos están esperando (hasta que no venga el sacerdote, sostiene la viuda, nadie probará un bocado). Se conversa acerca del ataque de Charlie Hebdo, acontecido dÃas atrás, y del punto de quiebre para la historia global que significó el atentado de las Torres Gemelas. Pero el afuera también quiebra los lÃmites de la casa a través de diferentes situaciones que suceden más allá de las paredes. La más contundente, porque revela el clima hostil que se respira en las calles, es la que protagoniza Lary cuando intenta calmar a un vecino enfurecido con su mujer porque con el auto bloqueó un acceso. El momento se recalienta hasta que el hombre, enfurecido, lo agarra a trompadas. Cristi Puiu consigue que todo ese universo, más amplio que los lÃmites de Rumania, penetre en la casa para revestir a todas las situaciones de una dimensión polÃtica e histórica. La puesta en escena que despliega el cineasta, precisa y sutil, podrÃa leerse de manera teatral si no fuera porque quienes ordenan y le dan sentido al espacio-tiempo no son los actores, sino la mirada de la cámara, que a través de largos planos secuencia va construyendo una dramaturgia alejada de cualquier tópico familiar. De esa manera lo que vemos ya no es un relato Ãntimo. El cine tiene la capacidad de convertir a cada lugar, y a cada cuerpo, en un ejemplo universal. Algo de eso hace Sieranevada.