HOLLYWOOD: ¿DE LOS ACOSOS A UN NUEVO MACCARTHYSMO? PARTE 1

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PARTE 1: De los antecesores de Harvey Weinstein a la caída del magnate.

El 5 de octubre de 2017 marcará sin duda un antes y un después en la defensa de los derechos de las mujeres en el cine de Hollywood. Ese día aparecieron publicadas en el New York Times y el New Yorker las primeras denuncias de acoso sexual contra el famoso productor Harvey Weinstein. En los días siguientes el torrente se hizo incontenible, porque docenas de actrices ventilaron los desmanes que habían sufrido en carne propia (o habían visto padecer a colegas) por parte del orondo magnate. Pero allí recién comenzaba a caer la primera ficha, y luego se generó un verdadero efecto dominó en el cual terminaron derribados, en forma parcial o definitiva, muchos otros nombres famosos en la industria del celuloide estadounidense.

 

Cuando hablo de un antes y un después de ese 5 de octubre no quiero decir que el mundo se haya enterado de sordideces que fueran novedosas. Esa fecha no equivale al descubrimiento de América, sino más exactamente al hallazgo de una vacuna efectiva contra un virus que se conocía desde siempre. Sin embargo, la caída de Weinstein y el efecto logrado mediante ella en los siguientes 90 días alcanzan proporciones sísmicas. Piense el lector que sucedía lo mismo con los viejos magnates, ya fueran (por nombrar a los más notorios libidinosos y fiesteros) Adolph Zukor, Jesse Lasky y Joseph Schenck en los años 20, o Darryl F. Zanuck en los años 40 y 50. Sin embargo, esos intocables ejercieron durante décadas el mismo nefasto poderío sobre sus actrices que el que ahora practicaba Weinstein, sólo que su impunidad murió recién cuando lanzaron el último suspiro. La posibilidad de derrocar a un magnate, y no los hechos específicos que provocan su caída, son la verdadera nota importante de ese 5 de octubre de 2017.

 

Hollywood es una fiesta. El tema no es novedoso en la Meca del cine. Comenzó casi desde el nacimiento de la industria, con sórdidas fiestas secretas que continuaron vivas hasta nuestros días. Las perversiones sexuales estuvieron a la orden del día desde el caso de Fatty Arbuckle matando sin querer a Virginia Rappe en una desenfrenada orgía en 1921, pasando por las presuntas violaciones de Errol Flynn y la afición a las menores de edad de Charles Chaplin, hasta llegar a la ninfomanía de Vivien Leigh o la azarosa vida sentimental de Rock Hudson del otro lado del espectro. Esos casos integrarían el período Paleolítico de lo que hoy es el llamado Efecto Weinstein.

En el Neolítico, en cambio, los nombres a manejar resultan más cercanos, y podrían iniciarse con las legendarias festicholas de Jack Nicholson, que acabaron derivando en uno de los casos más sonados del negocio, cuando el 24 de marzo de 1977 el cineasta Roman Polanski fue llevado ante un tribunal de Los Ángeles tras ser acusado de drogar y violar a una niña de 13 años en la casa de Jack, mientras éste estaba de vacaciones. Horas antes de ser condenado el ágil Roman huyó a Europa, y desde entonces no ha vuelto a pisar Estados Unidos, ni siquiera cuando ganó el Oscar por El pianista.

Ese Neolítico se alimentó también de otros casos, de los cuales quizás el más terrible sea el de Tatum O’Neal, que en su libro autobiográfico lanza horribles acusaciones contra su padre Ryan, al que señala como verdadero culpable de haberla sumergido en una perversa espiral de drogas, alcohol y sexo siendo aún menor de edad. En ese libro, además, Tatum señala directamente a Melanie Griffith por haberla inducido a participar en una orgía…. y Melanie nunca la llevó a juicio por difamación

Otro escándalo mayúsculo fue a mediados de los años 90 el de la joven Heidi Fleiss, famosa proxeneta conocida por todos como la “madame de Hollywood”, que terminó acusada por delitos sexuales y condenada por evasión de impuestos. Su caso adquirió relevancia pública debido al renombre de su selecta clientela, entre los que figuran Jack Nicholson, Charlie Sheen, Nicolas Cage, Johnny Depp y Sean Penn. Dos curiosidades se registran en este caso. Una tiene que ver con la legendaria doble moral del Condado de Los Ángeles, que condenó a dos años de prisión a Heidi pero no hizo lo mismo con ninguno de sus celebérrimos clientes. La segunda radica en que la acusada terminó acusando en público a su novio, el actor Tom Sizemore, de violencia doméstica y conductas amenazantes, convirtiéndose sin querer en una adelantada de las mujeres que hoy acusan a Weinstein y compañía. Eso sucedió en 2003, y el 15 de agosto de ese año Sizemore fue declarado culpable de violencia doméstica, amenazas criminales y llamadas telefónicas obscenas, con lo que su carrera en la pantalla se fue al diablo.

Lo de Heidi Floss fue la punta de un iceberg en lo que a “sociedades sexuales” en Hollywood se refiere. En ellas, durante décadas sus miembros han celebrado fiestas secretas en mansiones particulares, que por serlo se mantienen casi siempre lejos de la acción policial y los paparazzi, y según el gusto de cada uno las celebridades se codean con prostitutas o prostitutos de lujo, quizá en busca de contacto con el mundo del espectáculo. Lo que parece estar claro es que la adicción al sexo es una afección común entre los poderosos, y no sólo los del cine: el mundo de la política y la economía merece un libro aparte al respecto. Dos casos muy célebres y bastante recientes han sido los de David Duchovny (Archivos X), que acabó arruinando su matrimonio con la actriz Tea Leoni, y Michael Douglas, cuyo superado cáncer de lengua le obligó a confesar algunos de sus pasados excesos en la cama. No hay que olvidar tampoco los aislados accidentes callejeros de Hugh Grant y Eddie Murphy, que en lugar de ir a fiestas utilizaron métodos más viejos para relacionarse.

Y si de juergas actuales se trata la campeona sería Lindsay Lohan, joven promesa de la actuación que rápidamente arruinó su futuro con el alcohol, las drogas y la falta de disciplina en el manejo de sus horarios nocturnos. Cabeza a cabeza la acompaña el inefable Charlie Sheen, aficionado a las drogas y también a relacionarse  -e incluso a casarse y descasarse- con jóvenes actrices porno californianas. Ante Lindsay y Charlie, las visitas de John Travolta a los saunas gays parecen un juego de niños.

 

Woody Allen. El caso del octogenario maestro neoyorquino resurgió ahora, como parte del Efecto Weinstein, pero en realidad ya tiene 25 años de antigüedad. Como se sabe, Mia Farrow y Woody Allen nunca se casaron, pero vivieron como pareja entre 1980 y 1992. Mia –hija del cineasta John Farrow y la actriz Maureen O’Sullivan- ya había estado casada previamente con Frank Sinatra y André Previn. Allen venía en cambio de una relación con Diane Keaton, entre 1973 y 1979, años en que la actriz fue su musa. Ese rol en la década siguiente lo heredaría Mia. Allen no tenía hijos, y lo compensaba muy bien porque Mia era madre de seis, mitad con Previn (Matthew, Sascha, Fletcher) y mitad por adopción (Soon Yi, Lark Song, Daisy). Además, la pareja tuvo un hijo biológico (Ronan) y adoptó dos más (Moses, Dylan).

Con ese elenco se desató en enero de 1992 un verdadero teleteatro. En la fecha citada Mia descubrió fotos de Soon Yi desnuda, y Woody reconoció haberlas tomado el día antes, además de confesar que tenía relaciones sexuales con Soon Yi desde hacía dos semanas. Woody tenía 56 años y Soon Yi 21. Mia y Woody se separaron de inmediato, aunque terminaron de rodar juntos Maridos y esposas, que precisamente habla de los divorcios de dos matrimonios. Meses después, en agosto de 1992, una niñera dijo haber visto a Woody con la cabeza apoyada en la falda de Dylan, su hija adoptiva de 7 años de edad. La niña luego testificaría que Woody le tocó sus partes íntimas. Varios adultos ratificaron haber sido testigos antes de ese tipo de situación, aunque Mia nunca había ido a la policía a denunciar esos hechos antes que Woody la engañara con Soon Yi.

Del 19 de marzo al 4 de mayo de 1993 Woody y Mia mantuvieron una batalla legal por la custodia del hijo biológico Ronan y los adoptados Dylan y Moses, que el cineasta reclamaba para sí. Los forenses convocados por la Corte no hallaron evidencia alguna de abusos contra Dylan, y un conjunto de psiquiatras y psicólogos señalaron que su testimonio pudo haber sido inducido por su despechada y vengativa madre. El juez Elliot Wilk no halló evidencias en el caso. Por lo tanto: 1) declaró inocente a Woody; 2) dio la custodia a Mia; y 3) no autorizó ningún régimen de visitas. Por su parte, el fiscal general desechó las investigaciones, debido a los informes forenses y psiquiátricos, y el Departamento de Servicios Sociales de Nueva York retiró el apoyo a Mia ante la falta de evidencias de su caso, que en la actualidad ya prescribió.

Dos décadas después, en 2014, Dylan Farrow –por entonces, con 29 años de edad- publicó una carta en el New York Times ratificando el abuso de su padre y algunas de las situaciones expuestas en la batalla legal por su custodia. De inmediato su hermano Moses rechazó públicamente la versión de Dylan, asegurando que no hubo nada fuera de lo normal entre ella y Allen, y confesando haber sido testigo presencial de la lección impartida por Mia a una Dylan de 7 años de edad, en los días anteriores a declarar en el juicio. En cambio otro hermano (Ronan) respaldó a Dylan, quien en diciembre de 2017 resucitó por segunda vez sus ataques contra Woody, con lo que podría definirse como un “tiro por elevación”, es decir atacando a los movimientos surgidos en defensa de las mujeres abusadas por Weinstein, acusándolos de doble moral por condenar al magnate y perdonar a su padre.

“Quiero mostrar mi rostro y contar mi historia”, dijo Dylan. “Mi padre me llevó al ático en la casa de campo de mi madre en Connecticut, me pidió que me tumbara boca abajo y jugara con un tren de mi hermano. Se sentó detrás de mí, y mientras yo jugaba abusó sexualmente de mí. Como niña de 7 años que era, en el juicio declaré que tocó mis partes privadas. Hoy, ya casada, digo que tocó mis labios vaginales y mi vulva con sus dedos. Y por supuesto, mi madre nunca me adoctrinó para atacar a mi padre en medio de su disputa legal”.

De inmediato Woody lanzó un comunicado de prensa en su descargo: “Jamás abusé sexualmente de mi hija. La familia Farrow está aprovechando la oportunidad creada por los movimientos Time’s Up y Me Too para volver a sacar a luz la acusación. Todo esto ya fue investigado a fondo por la Clínica de Abuso Sexual Infantil del Hospital Yale-New Haven y el Centro de Bienestar Infantil del Estado de Nueva York, y ambas instituciones concluyeron de forma independiente que no se había producido ningún abuso sexual. Lo que sí descubrieron en su lugar es que probablemente una niña muy vulnerable había sido aleccionada por su enojada madre para contar esa historia durante una ruptura polémica, algo de lo que fue testigo mi hijo Moses, quien vio a Mia convencer a Dylan que yo era un peligroso depredador sexual. Lamentablemente estoy seguro que Dylan realmente está convencida de lo que dice. Pero las cosas son como son, y los engaños de Mia no son nuevos. También quiso convencer al mundo que yo la había traicionado cometiendo incesto con una menor, cuando todos sabemos que Soon Yi no lleva una gota de mi sangre y tenía 21 años cuando iniciamos la relación”. Sea como sea, lo cierto es que hoy Woody Allen ha sido integrado al Efecto Weinstein, al igual que sucede con el cineasta Bryan Singer y el capocómico Bill Cosby.

Bryan Singer. Como Woody, Singer también es un neoyorquino de origen judío. En 2014 fue acusado de depredador sexual en versión gay, pero antes de eso se hizo famoso por su película Los sospechosos de siempre, donde el protagonista era Kevin Spacey, que para Time’s Up es hoy sinónimo de depredador gay. Singer continuó su ascendente carrera detrás de cámaras con varios títulos de una exitosa saga de superhéroes (X-Men, 2000; X-Men 2, 2003; X-Men: días del futuro pasado, 2014; X-Men: apocalipsis, 2016), en medio de las cuales experimentó fracasos (Superman regresa, 2006, con Spacey como Lex Luthor) y aciertos (Operación Valquiria, 2008). Pero en abril de 2014 el actor Michael Egan lo acusó de haber abusado de él cuando tenía 15 años.

Egan dijo haber sido violado muchas veces en una mansión de Los Ángeles donde se celebraban sórdidas fiestas a las que sólo se podía asistir desnudos, y en las cuales la especialidad de la casa era que los adultos violaran adolescentes. “Yo tenía 15 años cuando fui violado en una de esas fiestas”, declaró Egan, “orgías que tenían lugar en una mansión de Encino llamada M & C Estate. Singer me obligó a inhalar cocaína y a beber alcohol, y luego amenazándome con una pistola me violó varias veces”. El actor explicó que Singer y varios hombres allí presentes le dijeron que “nosotros controlamos Hollywood, y si no nos mantienes contentos te eliminaremos a ti y a tu familia. Por eso tuve que consentir que me violaran en varias futuras ocasiones. Todos los jóvenes que allí estaban, al igual que yo, éramos sólo un pedazo de carne para esa gente”.

Ya en el año 2000 Egan había denunciado este hecho, aunque como era menor de edad figuró en la denuncia como Michael E. A partir de entonces el chico se refugió en la bebida y tiró su carrera por la borda, hasta que en 2011 inició una rehabilitación, superó su trauma y su adicción al alcohol, y pudo salir a denunciar el caso. Singer y su abogado de inmediato lo acusaron de falsedad, pero un segundo joven demandó al cineasta, al magnate de Broadway Gary Goddard y al ex ejecutivo de Disney David Neuman por abusos sexuales cometidos en Londres cuando era menor de edad. Y aunque el abogado de Singer siga diciendo que las acusaciones son totalmente falsas y que estos jóvenes sólo buscan sus quince minutos de fama, el hecho es que el cineasta les pidió públicas disculpas y hace dos años se mantiene alejado del sillón de director.

Bill Cosby. El célebre comediante negro hoy tiene 80 años. Debutó en el stand-up en 1961, luego consiguió un rol co-protagónico en la famosa serie Yo soy espía y terminó siendo universalmente reconocido por su comedia televisiva El show de Bill Cosby, emitida entre 1984 y 1992, siempre en primer lugar en el ranking de audiencia. Cosby era una de los rostros más queridos por los espectadores, pero ese sentimiento se vio resquebrajado cuando a partir de 2014 salieron a luz numerosas acusaciones de agresión sexual en su contra, la más temprana de las cuales data de décadas atrás. Más de 60 mujeres lo han acusado de violación, sumisión sexual facilitada por drogas, abuso sexual infantil y mala conducta sexual. Las fechas de los presuntos incidentes abarcan un período que se extiende de 1965 a 2008 en 10 estados americanos y una provincia canadiense. Obviamente la mayoría de esos actos ya prescribieron a efectos penales, aunque no así en el área civil. A partir de noviembre de 2015 se activaron ocho demandas contra Cosby, dos de las cuales también van dirigidas contra su abogado, e incluso una de ellas implica a su esposa y gerente, Camille Cosby.

El actor durante mucho tiempo negó repetidamente cualquier fechoría. En noviembre de 2014 dio un paso adelante, y en lugar de negar todo nuevamente, declaró: “No hablo más de eso”. A partir de entonces no ha discutido públicamente el tema de las acusaciones excepto una vez, en mayo de 2015, cuando dijo que “he estado en este negocio 52 años y nunca había visto algo igual. Esta es una conspiración por mis actividades políticas a favor de la integración racial, y por eso no quiero hablar más”. Sin embargo, hasta en ese ámbito Cosby es discutido, por haber atacado a los negros “que defienden más la igualdad en el deporte, la moda y el canto, que en la educación, el respeto a sí mismos y la superación personal”. A raíz de todos estos sucesos, muchas organizaciones rompieron sus lazos con el comediante, e incluso le llegaron a revocar honores y títulos.

El 30 de diciembre de 2015 Cosby fue acusado de agresión sexual en Pennsylvania por Andrea Constand, quien declaró que diez años antes fue sometida y abusada por Cosby mediante el uso de una droga vertida en una taza de café. Se emitió una orden de arresto en su contra, y llevado a audiencia el actor admitió que tuvo relaciones sexuales ocasionales con una serie de mujeres jóvenes, y que para dichos encuentros utilizaba el sedante Quaalude (prohibido hace décadas en Estados Unidos), aunque no recordaba a Andrea Constand como una de esas jóvenes. El 24 de mayo de 2016 un juez dictaminó que había pruebas suficientes para que su caso fuera llevado a la Corte. Cosby debió pagar un millón de dólares para quedar libre bajo fianza hasta la fecha del juicio, iniciado el 5 de junio de 2017. Esa instancia empero se anuló diez días después por estancamiento del jurado, que llegó a un punto muerto debido a las contradictorias declaraciones de Constand al testificar durante el juicio. La mujer apeló y una nueva instancia legal fue fijada para el 6 de noviembre de 2017. En esa fecha el juez Stephen O’Neil, que ya presidió el primer juicio, aceptó una solicitud de posponer la prueba hasta abril de 2018, debido a que Cosby contrató un nuevo equipo de abogados.

En medio de esos arreglos estalló el caso Weinstein, y ahora el comediante podría hallarse en una situación más comprometida de lo que antes pudo imaginar, dado el creciente poder mediático de las redes sociales, de Me Too y de Time’s Up. Queriendo contrarrestar esa delicada situación el nuevo equipo de abogados de Cosby lanzó el 26 de enero de 2018 un comunicado acusando a la fiscalía de retener y haber hecho desaparecer documentos que probarían que no toda la culpa es de Cosby. Sucede que una mujer llamada Marguerite Jackson aparentemente habría declarado que un año antes Andrea Constand le habló acerca de un plan para acusar en falso a “una persona de alto perfil”, con el fin de demandarla y sacarle dinero. En el primer juicio contra Cosby el juez bloqueó sin explicaciones el testimonio de Jackson, contribuyendo al estancamiento del jurado. Lo de Bill Cosby está muy lejos de ser cosa juzgada.

Harvey Weinstein. Y así llegamos al jueves 5 de octubre de 2017, el día en que estalló la tormenta cuando el New York Times y el New Yorker publicaron un amplio reportaje sobre la cara oculta de Harvey Weinstein como depredador sexual. En ese momento era el productor de cine independiente más poderoso del mundo. Nacido en 1952 en Nueva York e iniciado en la producción en 1981, en su haber tiene hasta el momento 329 films entre cine y TV, lanzados primero como integrante de Miramax y a partir de 2005 desde la empresa The Weinstein Company, fundada junto a su hermano Bob. Ganador del Oscar por Shakespeare apasionado de John Madden, entre los títulos en que intervino como coproductor figuran los también ganadores del Oscar El paciente inglés de Anthony Minghella, Chicago de Rob Marshall, El discurso del rey de Tom Hooper y El artista de Michel Hazanavicius. Patrocinador de Quentin Tarantino, produjo sus films más recordados (Perros de la calle, Tiempos violentos, Triple traición, Kill Bill 1 y 2, Bastardos sin gloria, Django sin cadenas, Los 8 más odiados), además de otros títulos valiosos de Wayne Wang (Cigarros), Gus Van Sant (En busca del destino), Alejandro Amenábar (Los otros), Martin Scorsese (Pandillas de Nueva York), Peter Jackson (la trilogía El señor de los anillos), Robert Rodríguez (La ciudad del pecado) y Simon Curtis (Mi semana con Marilyn).

Pero de nada le sirvió ese currículum el pasado 5 de octubre. Tampoco lo ayudó el hecho de ser Caballero de la Legión de Honor ni Comendador de la Orden del Imperio Británico, y mucho menos ser miembro de la Academia de Hollywood, lugar del cual terminó siendo expulsado. Porque entre los detalles iniciales revelados en esa fecha constaba que al menos en ocho ocasiones durante los últimos veinte años el productor había llegado a acuerdos extrajudiciales con sus víctimas de acoso y abuso, que callaron a cambio de dinero. Eran una secretaria, tres asistentes, dos modelos y dos actrices. Entre ellas están Rose McGowan, que recibió 100.000 dólares, y la italiana Ambra Battilana, que haciendo gala de su apellido igual lo denunció en 2015. Otras mujeres en cambio salieron a acusarlo sin haber aceptado soborno alguno.

Ashley Judd, por ejemplo, contó cómo durante el rodaje de Besos que matan (1997) Weinstein la citó para una reunión de trabajo en el Hotel Península de Beverly Hills. Allí lo encontró vestido sólo con una bata, y le propuso darle un masaje o que lo mirara mientras se duchaba. La actriz logró huir, y ha declarado: “Hasta ahora las víctimas habíamos hablado de esto entre nosotras, pero los tiempos cambiaron y es hora que lo hagamos público”. De inmediato nuevas voces se sumaron a McGowan, Battilana y Judd: Jessica Chastain, Brie Larson, Kate Winslet, Jennifer Lawrence, Lena Durham, Amber Tamblyn, Ellen Barkin y Rosanna Arquette. Incluso varios hombres (el director Judd Apatow, el comediante Seth Rogen, George Clooney, Mark Ruffalo, Matt Damon) declararon saber desde mucho tiempo antes que estas cosas sucedían con Weinstein. De todas las figuras denunciantes, las palmas se las llevaron seis actrices de clase A.

Gwyneth Paltrow relató al New Yorker que antes de rodar la película Emma (1996), cuando tenía 22 años y comenzaba su carrera –siendo sólo la hija de Blythe Danner- Weinstein la convocó en su hotel y le sugirió ir a su habitación a hacerle masajes y pasar la noche con él. Según cuenta la actriz, rechazó la proposición.

Angelina Jolie también lo habría rechazado durante el lanzamiento de Corazones apasionados (1998), en idénticos avances del productor en su habitación de hotel, algo que a estas alturas ya comenzaba a ser un denominador común de varias acusaciones.

Mira Sorvino, que por esa misma época estaba en la cresta de la ola al haber ganado un Oscar por Poderosa Afrodita (del también cuestionado Woody Allen), era la novia de Tarantino, y sin embargo –según ha confesado- también debió rechazar al productor, que la amenazó con cortarle la carrera si no se iba con él a la cama. Las pruebas están a la vista: Mira nunca más llegó a ocupar un primer plano en Hollywood. Por esa misma fecha, además, cortó su relación amorosa con Tarantino.

La actriz y cineasta italiana Asia Argento, hija de Darío, protagonizó el caso más grave de los revelados hasta hoy. Declaró que el voluminoso productor la acorraló y le hizo sexo oral a la fuerza, y que si hasta hoy no había dicho nada es porque hace veinte años Weinstein juró destrozarla si contaba algo. No obstante, la italiana recreó la escena en su film Scarlet Diva (2000), y aseguró que ya en ese entonces había sido contactada por muchas colegas, que reconocieron el comportamiento de Weinstein en la película.

Otra fuerte declaración fue hecha por la francesa Léa Seydoux mediante una carta abierta a la prensa. En ella relata: “La primera vez que vi a Weinstein no me llevó mucho tiempo descifrarlo. Estábamos en un show de moda. Era encantador, divertido, inteligente, y muy dominante. Quiso salir conmigo y tomar unas copas, e insistió en concertar cita esa misma noche. Podía ver claramente que tenía segundas intenciones, pero era muy difícil decirle que no porque era muy poderoso. Accedí debido a que junto a nosotros estaba su asistente, pero al rato se fue y quedamos solos, y allí empezó a perder el control. Estábamos hablando en el sillón y de repente se abalanzó sobre mí e intentó besarme. Tuve que defenderme. Es enorme y gordo, por lo cual debí aplicar todas mis fuerzas para resistirme. Dejé la habitación totalmente asqueada”. La valentía de Léa Seydoux es mayor aún en el final de su declaración, donde cuestiona al sistema de vida de Hollywood y a varias presuntas víctimas: “En los años siguientes lo vi varias veces más. Estamos en la misma industria, así que era imposible evitarlo. Weinstein no acepta un no como respuesta, y ha hecho alarde abiertamente de todas las mujeres de Hollywood con las que tuvo sexo, aunque ahora algunas de ellas lo acusan. Una noche lo vi en los BAFTA intentando convencer a una joven que se acostara con él. Todo el mundo podía ver lo que hacía. Eso es lo más desagradable: todos veían lo que hacía y nadie hizo nada. Es increíble que haya podido actuar de ese modo por dos décadas y aún así mantener en alto su carrera y su prestigio. Pero así opera Hollywood, porque es una industria misógina que se alimenta solamente de actrices deseables”.

Igual de virulenta fue la mexicana Salma Hayek, en una nota al New York Times, en la que relató: “Quiero revelar el horror que me tocó vivir cuando decidí que para cumplir mi sueño de llevar la vida de Frida Kahlo al cine debía hacerlo con la empresa más brillante por entonces, la de Weinstein. Este hombre era un cinéfilo apasionado, alguien que corría riesgos, un promotor de talentos, y esas cosas podían definirlo como una especie de padre para los jóvenes emergentes. Lo que no sabía es que, además de eso, también podía ser un monstruo. En momentos de hacer Frida yo era casi nadie en Hollywood, y hasta parecía una osadía que una mexicana aspirara a meterse en ese negocio. Pero no me importó el dinero. Yo estaba emocionada por trabajar con él y su empresa, y cuando aceptó llevar a cabo el film ingenuamente pensé que mi sueño se había cumplido. Harvey validaba con su apoyo mis últimos 14 años de vida apostando por mí, por la ‘casi nadie’. No sabía que muy pronto tendría que decirle que no. No a abrirle la puerta a cualquier hora de la noche: en cuanto hotel y locación yo estaba aparecía inesperadamente, incluido un sitio en el que estaba rodando un film que no pertenecía a su empresa. No a bañarme con él. No a dejarlo que me viera bañarme. No a dejarlo que me diera un masaje. No a que un amigo suyo desnudo me diera un masaje. No a dejarlo que me hiciera sexo oral. No a desnudarme con otra mujer. Y con cada rechazo surgía su ira, porque odiaba la palabra ‘no’. Algunas de sus demandas eran absurdas, desde recibir una llamada iracunda a mitad de la noche en la que me exigía que despidiera a mi agente porque no le caía bien, hasta sacarme de una gala de Frida en Venecia para llevarme a una fiesta privada con él y unas mujeres que pensé que eran modelos, hasta que me percaté que eran prostitutas. Su táctica de persuasión era muy amplia: iba desde hablar muy dulcemente, hasta aquella vez que en un ataque de ira me dijo fríamente: ‘Te voy a matar, y no pienses que no puedo’. Lo peor es que Harvey es el más notorio pero no el único depredador, y son ellos los culpables que las mujeres hayamos sido devaluadas cómo género, y también como artistas”.

El currículum de Weinstein en esta materia es tan amplio que incluso llegó al Río de la Plata. Impactada por todas esas declaraciones, la argentina Julieta Ortega, hija de Palito, aportó al tema una situación que vivió en carne propia: “Weinstein estuvo en Buenos Aires hace unos años. Te invitaban a fiestas para conocerlo. Fui a una. Apenas llegabas ya querías salir corriendo. Es común que cuando vienen este tipo de personas todopoderosas les organicen fiestas, básicamente para que conozcan chicas. En 2011 nos invitaron a una fiesta en un departamento de Recoleta, donde él iba a estar. Fuimos porque siempre es interesante reunirte con gente de la industria, y mucho más si es internacional. Apenas llegamos vimos que era una pérdida de tiempo. El tipo era un maleducado, no le interesaba conocer a los actores ni hablar de la película: estaba obnubilado con tres rubias, y para lo único que se había armado esa reunión era para que evaluara a cuál de ellas se llevaría a la cama”.

En la actualidad, se registran más de 40 acusaciones contra Weinstein. Como ya se dijo, fue expulsado de la Academia de Hollywood, pero además su esposa le exigió el divorcio y su hermano se vio obligado a retirarlo temporalmente de su propia compañía. Lo único que ha hecho Weinstein hasta ahora es emitir un comunicado en el que pidió perdón por su comportamiento, confesó estar recibiendo terapia y aseguró que “estoy tratando de hacer las cosas mejor, pero sé que todavía me queda un largo recorrido”. En la actualidad, ¿alguien podrá creerle?

Leer PARTE 2: Efecto Weinstein, voces disonantes y complejas consecuencias.

Por Amilcar Nochetti. Miembro de la Asociación de Críticos de Cine de Uruguay (filial Fipresci)

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