“Malva me pasó por el cuerpo”: entrevista a Carina Sama

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Por Stefania Aluffi

La directora, guionista y productora de Con nombre de flor cuenta cómo conocer a Malva, la travesti que protagoniza su segunda película, su historia de vida y su sorpresiva muerte, cambiaron su forma de hacer y entender el cine.

Carina Sama, realizadora audiovisual mendocina, conoció a Malva a través de su libro, Mi recordatorio. Para la cineasta, el hecho de encontrar una travesti de 95 años, cuando la edad promedio de las personas de este colectivo ronda los 35, ya era todo un acontecimiento. Malva era un personaje en sí, marcaba una diferencia. “Siempre se me crean imágenes de las personas que voy a entrevistar. Al principio tenía la idea de que era un Minotauro, un ser mitológico. Después de leer el libro ya era el Minotauro con la cajita de Pandora en la mano”, dice al recordar la primera imagen que se hizo de Malva.

Desde ese momento, Sama, que ya venía trabajando el tema -su primera película, Madam Baterflai, aborda también historias de vidas travestis y transexuales-, sintió la necesidad y el deseo de contar la historia de Malva desde lo audiovisual. Quería ahondar e ir más allá de lo que ella contaba en su libro.

Carina contactó a Malva con la ayuda de Marlene Wayar, travesti cordobesa, y en 2014 tuvieron su primer encuentro. Cámara mediante, Sama comenzó con una investigación, con preguntas para entrar en clima, generar confianza y ver por dónde la llevaban sus historias. Malva accedió desde el vamos, pero después de seis encuentros, falleció – el 15 de julio de 2015 -. Carina se quedó con tan solo poco más de seis horas de material audiovisual y la incertidumbre de no saber qué hacer. Su objetivo inicial era hacer, a través de las memorias de Malva, un recorrido por la historia argentina desde un lugar que nunca se había visto. Y a eso, a la historia de las disidencias del país, Malva lo pudo narrar en primera persona, como sobreviviente de una etapa oscura que recién en la década del 2000 empezó a cuestionarse y rasgarse, al menos en partes. Porque tal como lo expresa Malva en un momento de la película, para ella y sus amigues, para las disidencias, entre democracia y golpe de estado nunca hubo diferencias.

Un año más tarde, dispuesta a ordenar el material cronológico que Malva le había dejado, Carina volvió a recurrir a Marlene, para que la ayudara a completarlo y a profundizar en esa actividad militante que Malva nunca tomó como tal. Pero Wayar, más allá de hacer aportes históricos y sobre la vida de Malva, le hizo ver algo revelador, clave en la gestación de Con nombre de flor: la pose de Malva y su resistencia a la domesticación. “Que Marlene me dijera que había algo modificatorio en su pose, que lo tenía per se, fue muy interesante.  A partir de eso, yo empiezo a indagar el tema del escorzo. ‘Se te puso siempre en escorzo’ me dijo, para mí fue muy movilizante. Sobre todo porque yo justo estaba trabajando con un material de Ortega y Gasset, Yo soy yo y mi circunstancia, que habla de lo mismo desde un aspecto absolutamente patriarcal, del Yo interior que necesita un nexo con las circunstancias que es el exterior, y ese nexo es el escorzo. Es la perspectiva, la necesidad de profundizar cosas, sino no hay nexo ni unión. Eso que para Ortega y Gasset es algo académico, para Marlene era como intuitivo. Y me llevó a pensar en cómo a mí se me ocurrió, desde mi aprendizaje hetero-patriarcal, ponerle una cámara con esas características a una persona que estuvo por afuera, por los márgenes del patriarcado durante toda su vida”, explica Carina.

Estas ideas le sirvieron para tomar la muerte de Malva de una forma diferente, para seguir adelante con la película, haciéndola de manera distinta a lo que se había planteado en un comienzo, trabajando desde la idea de que Malva murió como estrategia para no dejarse domesticar con la cámara. “Si Malva no se hubiera muerto, yo hubiera hecho el documental que yo quería. Le hubiera dicho ‘Vení para acá, anda para allá’. Todo lo que no debe ser, todo lo patriarcal. Lo que marca un verticalismo. Tuve que afrontar que yo era parte de esa sociedad que la marginalizó, que había sido quien intentó domesticarla. Malva me puso un espejo y me hizo verme en las formas en las que estaba reproduciendo esta cosa patriarcal del hacer”, reflexiona Sama.

Después de la revelación, la realizadora dedicó gran cantidad de tiempo a investigar en hemerotecas y bibliotecas para encontrar material de la época, reapropiárselo y contextualizar el discurso de la protagonista. “Todo lo que encontramos respecto a la homosexualidad era criminalizante y criminalizado. Eran fiestas privadas y había redadas donde se llevaban a la gente presa por el solo hecho de ser de la manera en que querían ser. Wayar habla de identicidio: a ciertas personas no se les permitió identificarse y ser quienes debían ser”, cuenta la cineasta y asegura que Malva le pasó por el cuerpo, la llevó a replantearse las formas de construir y hacer arte desde el lenguaje audiovisual.

Tal es así que después de toda esa experiencia, Carina decidió desechar todo el material reunido hasta el momento para su tercer largometraje, La Paloma, en el que ya había trabajado durante ocho años, y cambiar la forma de hacer cine: ahora quien lleva la cámara para contar su propia vida es la protagonista. “Yo por ahí pregunto, pero ella me responde desde la cámara de su celular, desde la forma de mostrarse que quiere mostrar. Eso es lo que estamos probando. Hay que ir buscándolo y tratando de que esta forma del audiovisual que teníamos en la cabeza que era verticalista, que es lo que no debe ser. Se trata de probar formas más horizontales y no solamente de los roles de quienes trabajan, sino de a quienes representamos”, sostiene.

Y a partir de todas esas premisas y de la experiencia integral que le dejó Con nombre de flor, el deseo y la invitación de la cineasta a incursionar en el desaprendizaje. A desaprender lo que enseña el patriarcado para construir desde nuevos lugares -en lo audiovisual y en otros órdenes de la vida-. “Hay que buscar nuevas subjetividades, nuevas formas de replantear lo audiovisual, porque somos reproductoras de subjetividades y si seguimos reproduciendo patriarcado, esto no se termina. Somos reproductoras y somos responsables. Necesitamos hacernos cargo de lo que nos toca”, propone Sama, y concluye en que dejar de pensar(nos) en términos binarios descomprimiría muchísimo: “Masculinidades y feminidades son las que nos conmueven. Somos mucho más que hombres y mujeres. Y tenemos que aprender a percibir las películas por la sensación que nos dejan”.

 

“Con nombre de flor” está disponible en la plataforma de streaming de Cine.ar Play.

 

Ficha técnica Con nombre de flor (Argentina, 2019, 61’):

Protagonista: Malva Solis

Guión y Dirección: Carina Sama

Producción: Carina Sama – Sofía Toro Pollicino

Investigación: Lucas Peñafort

Edición y Montaje: Camila Menéndez

Sonido: Diego Beremblum – Camila Ruiz Díaz

Música: Félix Sama

Colorista: Jorge Russo

Dirección de animación: Hernán Bressan

Festivales: Festival de Cine Paraguayo – Festival de Berlín

Premios: Segundo Premio Internacional de Derechos Humanos – Mención Especial Internacional de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)

 

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