Retrato de una mujer en llamas

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EL ARDER DE LO PROHIBIDO
Por Georgina Monti

En Retrato de una mujer en llamas, Céline Sciamma nos presenta a Marianne y Héloïse, dos jóvenes mujeres que se conocen en la Francia de fines del XVIII. Su encuentro es motivado por la madre de Héloïse, quien contrata a Marianne para pintar a su hija con el objetivo de ofrecer este retrato como trofeo al pretendiente con el que Héloïse debe contraer matrimonio. Solo hay un inconveniente: la joven rechaza profundamente la idea de casarse, y por ello se niega a ser pintada. Así, Marianne deberá fingir ser su dama de compañía y observarla en detalle a escondidas, provocando un inevitable acercamiento que se transformará en una historia de amor y pasión en tiempos en los que este tipo de
relaciones eran sumamente condenadas.
El amor de Marianne y Héloïse es uno que no puede ser, y sin embargo, es. Entre cruces de miradas se descubren la una a la otra, y a través de la pintura, la poesía, la música y la literatura vuelven tangible aquello que flota en el aire desde su primer encuentro. El fuego, elemento principal presente en toda la película, arde con intensidad, reconforta, acompaña, destruye y construye a la vez. No es casualidad el fuego que inicia a la altura del corazón cuando Marianne enciende la pintura sin rostro de Héloïse, así como tampoco lo es que el momento en el que ambas se confiesan silenciosamente su deseo sea en una fogata en la que el vestido de la joven retratada se comienza a prender fuego. El fuego arde como arden los cuerpos cubiertos bajo los vestidos de época, con las ansias de tocarse y tenerse retratadas en una construcción impecable de la tensión romántica-sexual.
Todo en este filme está cuidado: cada espacio, cada encuadre, cada diálogo, cada  movimiento de cámara está pensado hasta el más mínimo detalle, tal como la pintora cuida cada uno de sus trazos, cada una de sus miradas y cada una de sus palabras, hasta que se resigna a perder el control y se entrega a sus sentimientos, a la fugacidad de la pasión correspondida.
A pesar de que ambas saben que esta historia tiene un destino ya escrito, y que se trata de uno doloroso y que escapa a su alcance, el foco está puesto sobre el presente. Las dos saben que el final es inevitable y eso, en lugar de distanciarlas, le da fuerza a su relación, aviva la llama que las une mientras disfrutan cada minuto en compañía de la otra. Lo fugaz se antepone al clásico para siempre, revalorizándose en cada secuencia que Marianne y Héloïse comparten en pantalla, conociéndose, enamorándose. Al comienzo veíamos una Héloïse que se negaba a ser eternizada en una pintura, y sin embargo, cuando entiende que solo así conseguirá más tiempo, accede a posar para Marianne, tantas veces como para que la pintora pueda asegurar que podrá reproducir su imagen infinitamente. El tiempo, hábilmente construido a través del ritmo del montaje, las libera y las condena,
conjugando la dualidad de un instante y de la eternidad, de manera que a pesar de todo lo que no puede ser, podemos ser y creer en el amor por sobre todo lo demás.
La mirada intimista que nos ofrece la directora retrata y refuerza la complicidad en las relaciones entre mujeres, demostrando y promoviendo la sororidad al incorporar otros personajes femeninos como Sophie, la criada, quien a raíz de su deseo de interrumpir un embarazo no deseado también construye sus propios lazos con las jóvenes, quienes la acompañan, cuidan y comprenden en su situación. La fuerza de estos vínculos y el contraste entre los momentos de dolor y felicidad nos permiten como espectadores disfrutar de estos momentos y enfocarnos en la magia de sus conexiones, priorizando lo que ellas tienen y construyen por encima de lo que no pueden tener, de lo que la sociedad les quiere arrebatar con sus reglas, convenciones y exigencias.
Todos estos elementos resultan en una obra que es un verdadero manifiesto de la mirada femenina, una joya audiovisual en tiempos en los que todo es cambiante y efímero; tiempos en los que aún no abundan este tipo de películas, pero que son tan valiosas y necesarias para conocer otras historias y otras miradas en las que encontrarnos. Cine de mujeres y sobre mujeres, cine para creer, cine para construir, cine para aceptar. Cine para amar.

RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS (Portrait de la jeune fille en feu), Francia,
2019. Dirección: Céline Sciamma Duración: 120 minutos Guion: Céline Sciamma
Fotografía: Claire Mathon Música: Para One, Arthur Simonini Reparto: Noémie
Merlant, Adèle Haenel, Luàna Bajrami, Valeria Golino, Cécile Morel

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