Holy Motors

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2026

La belleza de actuar

Holy Motors (Francia/2012). Guión y dirección: Leos Carax. Reparto: Denis Lavant, Edith Scob, Kylie Minogue, Michel Piccoli, Eva Mendes, Jean-François Balmer, Big John, François Rimbau, Karl Hoffmeister. Duración: 115 min.

por Alexis Gutierrez Blanco

Este film de Leos Carax, tan hermosamente abrumador, me hizo eclosionar de la memoria unas líneas de Shakespeare que aquí transcribiré y sostengo que describen en casi todo su esplendor la esencia de Holy Motors y todas sus contingencias. William arguyó: “All the world’s a stage, and all the men and women merely players: They have their exits and their entrances; and one man in his time plays many parts…”

La figura polimorfa de Oscar y su constante metamorfosis me inspiró el siguiente interrogante: ¿Para quién hace lo que hace? Ya que el sujeto es un individuo que surge frente al otro y que todos sus actos siempre son para un otro, resulta infranqueable evadir ese espejamiento con el semejante, por el simple hecho de que es formador de la subjetivación de cada persona. Axioma por el cual llegue a pensar que Oscar indefectiblemente hacía lo que hacía para alguien, pero ¿Para quién? Y es ahí donde sobrevino la sospecha y me invadió el miedo. En una escena, Oscar desciende de la limusina, imprevistamente ya que no era una de sus operaciones programadas, con un revólver y una máscara alambrada atraviesa la calle para dispararle en medio de la frente a un banquero (nuevamente se hace presente la figura de El Doble). Luego de ese acto, Oscar es sacudido por varios proyectiles de unos agentes de seguridad y cae muerto, entonces su asistente Céline se aproxima a él para comentarle que si no se apresura van a llegar tarde al siguiente evento. Es allí, en ese punto cabal, luego de una hilvanación embrollada que venía realizando escenas previas, en donde comprendí que todos actuaban de igual modo, de que el mundo era un escenario y todos simples actores jugando sus partes. De pronto tuve una concepción descabellada sobre el procedimiento del film: el desarrollo misterioso que establece Carax nos sumerge y desconcierta a tal punto que dudamos sobre nuestra postura o rol acerca de la obra, un titubeo al filo de la navaja entre espectador participante o protagonistas incógnitos de lo que sucede en la pantalla de tal modo que un simple movimiento nuestro pudiera incidir en la trama o las diligencias de Oscar. Es finalmente donde advierto que Oscar está actuando para nosotros, para mí. Repentinamente hemos sido absorbidos por el film, que ya ha desdibujado todos sus formatos y perímetros. Esto es un gesto de una crueldad enorme de Carax (así es como describió un amigo, cinéfilo y actor, esta intención arcana de Leos). Estamos frente a un signo apesadumbrado, un hachazo conciso sobre los paradigmas imperantes del cine y la actuación. Sin dudas este francés evoca a su compatriota Antonin Artaud, quien exponía: “Todo cuanto actúa es una crueldad. Con esta idea de una acción extrema llevada a sus últimos límites debe renovarse el teatro” y el cine.

 

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