¿Hasta donde podemos llegar? ¿Cuál es el salto cualitativo a lo inhumano?Â
Hannah Arendt. Año: 2012 Duración: 113 min. PaÃs: Alemania Director: Margarethe von Trotta Guión: Pam Katz, Margarethe von Trotta Música:André Mergenthaler FotografÃa: Caroline Champetier. Reparto Barbara Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer, Julia Jentsch, Ulrich Noethen, Michael Degen, Nicholas Woodeson, Victoria Trauttmansdorff, Klaus Pohl. Productora:  Heimatfilm
Por Juan Andrés Salinero
La pelÃcula de Margarethe von Trotta, si bien tiene muchos lugares comunes de la biotic, y en términos cinematográficos no suma demasiado a lo que se puede encontrar en el cine de “Qualiteâ€, lo que resulta interesante es ver el pensamiento en acción. Ver como una pensadora agudÃsima como Hannah Arendt llega a elaborar el concepto de banalidad del mal.
El tema centra de la pelÃcula gira en torno a los artÃculos que Hannah Arndt escribe para The New Yorker de los juicios realizados contra Eichman, el nazi encontrado en (cuándo no) Argentina, encargado de la planificación  del traslado de los judÃos a los campos de exterminio. Los desafiantes artÃculos tratan el tema de el colaboracionismo judÃo, como también que Eichman no es un monstruo, sino más bien un burócrata que solo obedecÃa órdenes. Eso lo lleva a elabora su concepto de banalidad del mal, donde el individuo y su moral es subsumida a una maquinaria burocrática donde lo que interesa es cumplir órdenes. Asà mismo Hannah Arentd condena a Eichman, y con él a cualquier burócrata, por negarse asà mismo lo que nos hace esencialmente humanos que es la capacidad e pensar.
Lo que se pregunta Arentd es ¿Hasta donde podemos llegar? ¿Cuál es el salto cualitativo a lo inhumano? Estas preguntas que genera la pelÃcula, y muestra de manera viseral como se desarrolla el trabao de un pensador en busca de respuestas:  va los lugares de los hechos, observa a los protagonistas, revisa documentos, discute con sus amigos, con sus colegas, con sus parejas, piensa en el bosque, recuerda a sus maestras, discute con los editores, con sus jefes. Esto es de las cosas más llamativa del film de von Trotta, la posibilidad de ver un pensamiento en acción, sus marchas y contramarchas, sus dudas, la crÃtica insesante a sà mismo, la dificultad que tiene el entorno de tolerar un pensamiento autentico, creativo, verdadero. Hacia la mitad de la pelÃcula nos resuena como un martillo una sola palabra: denken (pensar)
Si bien hay dos partes que a simple vista parecen las más flojas de la pelÃcula, una es la rememoración de la relación con Heidegger y otra es la declamación final, creo que se justifican narrativamente en la historia. Cualquiera que quiera pensar a fondo un tema, sabe que sus maestros (y porqué no, sus amores) vuelven reiteradamente. Aquellos que han jugado un papel decisivo para que entrásemos en el pensar son aquellos que nos acompañan para toda la vida. En cuanto a la declamación final, creo que se vuelve necesaria, más allá de su didactismo, para dejar bien en claro (de una vez por todas) que Arendt toma una posición: condena a Eichman, al ser humano, al Nazi, al nazimso, a los totalitarismos y a aquellos que no se atreven a pensar, a aquellos que desprecian al otro a tal punto que lo único que les importa es cumplir órdenes.
PelÃcula que muestra la potencia del pensamiento, que propone preguntas tan cercanas como la obediencia debida, la responsabilidad ante el horror, las múltiples relaciones entre la memoria y el olvido, la complicidad y la supervivencia. Como Arendt es nuestra tarea obligada seguir pensado.