Berberian Sound Studio

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Poner el cuerpo

Berberian Sound Studio (Reino Unido/2012). Guión y dirección: Peter Strickland. Con Toby Jones, Antonio Mancino, Cosimo Fusco y Guido Adorni. Fotografía: Nicholas D. Knowland. Música: Broadcast. Edición: Chris Dickens. Duración: 92 minutos.

 

Por Gastón Molayoli

A diferencia de otras ramas del arte, el cine se hace con máquinas. Las imágenes y los sonidos se registran o se construyen con máquinas y, cuando están listos, se reproducen con máquinas. La mediación, ya sea analógica o digital, es inevitable. Esta afirmación implica, por extensión, que siempre hay una voluntad que decide desde cuándo y hasta cuándo la máquina filma, graba o registra. Siempre hay, para ser más concretos, un camarógrafo o un sonidista.

Berberian Sound Studio gira alrededor del segundo de estos roles, un sonidista llamado Gilderoy, interpretado por Toby Jones, que debe crear los efectos sonoros para una película de terror italiana. La manera de caminar, de hablar y de mirar que tiene el protagonista lo alejan de cualquier figura heroica: no genera miedo, lo padece. Sólo se lo puede ver bien plantado frente al productor, al director o a los actores cuando se sienta en la consola o cuando está rodeado de las máquinas que le permiten hacer su trabajo.

La película se sitúa en los años setenta, un momento en el que la tecnología todavía era analógica, las máquinas eran grandes y hacían ruido. La cámara de Peter Strickland potencia esta circunstancia: las cintas de grabación, las perillas, los micrófonos y hasta los insólitos elementos que sirven para generar efectos (incluyendo una amplia variedad de verduras y frutas), trazan un recorrido visual que se impone. La primacía del sonido, sin embargo, no existe sólo en el mundo de El vórtice ecuestre, la película que están creando. El despliegue de profundidades sonoras genera un clima denso, cercano al cine de David Lynch, que encuentra anclaje en el cuerpo distante de Toby Jones.

Rara vez se pueden ver las escenas de la película para la cual Gilderoy está trabajando. El sonidista mira la pantalla, con un cuchillo y un repollo en la mano, y espera la señal para ejecutar. Toda la dinámica parece apuntar, de manera directa, hacia la paradoja fundamental que está en la base de nuestra relación con el cine: sabemos que lo que está frente a nuestros ojos es un artificio, una mentira, pero una parte de nosotros elige creer. En Berberian Sound Studio la invitación es extrema, porque sólo vemos las costuras, el proceso a partir del cual se construye la película.

Ganadora de la Competencia Internacional en el XV BAFICI, la segunda película de Peter Strickland demanda una disposición inusual: lejos de la interpretación, lejos de las respuestas, lo que queda es una experiencia sensorial, nada más ni nada menos.

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