Debido y a pesar de
La maestra de jardÃn (The Kindergarten Teacher / Haganenet, Israel-Francia/2014). Guión y dirección: Nadav Lapid. Elenco: Sarit Larry, Avi Shnaidman, Lior Raz, Gilad ben David y Ester Rada. FotografÃa: Shai Goldman. Música: Michael Emet. Edición: Era Lapid. Duración: 119 minutos.
Por Paula Azzolina Jury
Una vez me dijeron: “a vos te gusta jugar con los lÃmitesâ€. Y ahora pienso que el concepto de lÃmite es algo tan arbitrario y personal, que quizás en ese entonces yo ni siquiera haya notado que existiera alguna frontera, estando cómoda en el centro o incluso, ni haya entendido lo que se me cuestionaba. Retomo esta frase y pienso en Nira.
Un poco sobre el argumento: Yoav es un niño de 5 años que tiene un talento sorpresivo para la poesÃa. De súbito recita poemas completos sin el menor atisbo de duda, sin cuestionar ni reformular, como si estuviera poseÃdo o como si fuese un médium que canaliza mensajes de otro plano (¿inspiración?). Nira, su maestra de jardÃn, al descubrirlo, se enarbola como la protectora de ese don. Protectora del don que no tiene y quisiera, protectora del destino que tuvo y no quisiera. Una controvertida heroÃna cuyo objetivo es reivindicar el obsoleto papel de ese elemento fantástico, la poesÃa, que no encaja en la guarderÃa ni en la sociedad israelÃ, según plantea Lapid.
 “La maestra jardineraâ€. A decir verdad, con ese tÃtulo me predisponÃa a ver a una tierna maestra embobada y hasta embelesada por la poesÃa del alumno a tal punto de la idolatrÃa. La imaginé celebrando cada lectura, cada poema como hallazgo en bruto en una ambiente sereno, de conmoción y ternura.  ¿Acaso fue asÃ? ¿Acaso es asÃ? NO. Ese milagro literario precoz, resulta ser su (¿de ella, de él o de ambos?) kriptonita. Nira cava el camino hacia su irrevocable destrucción. La pelÃcula coquetea, en una atmósfera cada vez más terrorÃfica, con la idea de un fin noble, pero que termina por no justificar sus medios.
La docente se nos presenta sensible y visceral, pero con un envoltorio parco y mustio. Lleva los últimos 15 años de su vida trabajando en el mismo lugar y haciendo la misma tarea. En este contexto, la obsesión por la poesÃa de Yoav viene a ser el elemento desestabilizador de tal agobiante rutina. Ahora, ella prefiere atender la llamada para transcribir un poema que le dictan y suspender el preámbulo de chupada de dedos que su “pasional†marido ingeniero le regala.
Juzgarla o no juzgarla. Me retuerzo en la butaca: su fin es noble, pero sus medios… Pienso que ese niño es la única certeza que tiene. Es la única posibilidad de conectarse con el mundo, un mundo inapropiado para almas sensibles que al fin se han encontrado. Ese niño se llama Nira.
Cuando opto por bancarla, llega el mensaje de texto, pero la amenaza del padre de Yoav no la detiene, es más, le agrega nafta al tanque. No sabemos cómo termina el asunto hasta que el niño es el que inesperadamente decide sobre el destino de ella y de su don. Él tampoco entendÃa los móviles de su maestra camino a Eilat. ¿Nosotros sÃ? Podemos barajar hipótesis, claro. Lo que sà es evidente es que se trata de una urgencia, de una “llamadaâ€, tal cual ella lo describe.
 ¿Maternal y protectora? ¿Justiciera redentora y de moral de doble filo? ¿Busca “corregir†el destino del niño? ¿Busca redimirse a través de esa acción? ¿Busca tirar a la basura su agrietado envoltorio? ¿Es una psicótica que perdió la razón o una mujer demasiado cuerda que busca darle una lección a la sociedad aunque le cueste la libertad?
No sé, prefiero la duda. Lo que incomoda es esa nada exitosa tendencia a querer explicarlo todo. Pero asumámoslo, no querer correr ni un milÃmetro el lÃmite poco elástico de la lógica y la moral, es lo que realmente nos hace tambalear y perder el equilibrio en la butaca. Y nadie quiere caerse, ¿no?
Dilucidar el cómo y el por qué de esos versos espontáneos, puede tornarse frustrante, pero sobre todo aburrido. Pero si recordamos a Cortázar aseverando que la fantasÃa está inmersa en la realidad, no hay de qué preocuparse.
Por suerte, las respuestas se nos escapan a simple vista y a simple adormecimiento. Debido y a pesar de nuestra sed de entendimiento. Por suerte Lapid te la deja picando y la estela de misterio se respira en el aire aunque el cine haya quedado varias cuadras atrás.