Tres recuerdos de mi juventud

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Laberinto emocional

Tres recuerdos de mi juventud, de Arnaud Desplechin (AM16)

Por Analía Casero

En Tres recuerdos de mi juventud, último film de Arnaud Desplechin (Reyes y reina, Un cuento de Navidad), Paul Dédalus, un antropólogo francés, decide volver a su tierra desde Tayikistán. Ese regreso lo enfrentará con las remembranzas de su adolescencia que más lo marcaron y que curiosamente están de algún modo entrelazadas.
Los recuerdos del título están presentados en capítulos: Infancia, Rusia y Esther; el primer segmento es muy breve pero altamente poderoso; el segundo es cercano al mundo del espionaje y el tercero es, sin dudas, el más potente y extenso ya que es el que está dedicado al amor.
Paul Dédalus y Esther son personajes ya existentes en la filmografía del director; aparecieron por primera vez en Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle) y fueron interpretados por los siempre grandiosos Mathieu Amalric (La cuestión humana, La escafandra y la mariposa) y Emmanuelle Devos (Lee mis labios, Violette); actores con los que Desplechin trabajó en varias oportunidades. Esta es la razón por la cual Tres recuerdos de mi juventud se convierte en una suerte de precuela, aunque esta vez la pareja (por tratarse del periodo de la pubertad) es representada por dos excelentes debutantes: Quentin Dolmaire y Lou Roy-Lecollinet. Amalric encarna al Dédalus adulto, al que rememora.
Paul es una especie de alter ego del director, ya que hay mucho de autobiográfico pero lo interesante de este ejercicio es que traspasa lo llano; hay una recreación de la vivencia propia.
Las memorias laberínticas de Dédalus (no es mera casualidad su apellido) transcurren principalmente entre Roubaix, su ciudad natal (cercana a la frontera belga) y Paris; en la primera vivían su padre y hermanos, con quienes mantenía una relación particular y algo conflictiva. En la segunda, llevó a cabo sus estudios, con todos los sacrificios intelectuales (como convencer a una profesora admirada de que era un alumno merecedor de su tiempo) y económicos (como no tener dinero para alquilar o comer) que ello implica. En su localidad de origen también se deslumbró con Esther; con ella mantuvo una intensa correspondencia (la cual los protagonistas leen mirando a cámara). La relación de ambos es liberal y no está exenta de rupturas, reconciliaciones, pasiones febriles ni discusiones; en uno de los momentos más bellos del film, Paul compara a Esther con una pintura de Hubert Robert.
El cine de Desplechin tiene algo del universo de sus compatriotas Eric Rohmer y Olivier Assayas pero con Tres recuerdos de mi juventud es inevitable no pensar en la influencia de François Truffaut y su serie sobre Antoine Doinel.
Los recuerdos de Paul tienen un contexto: los 80; que están presentes en la banda sonora, la vestimenta y la Historia: cuando cae el muro de Berlín Paul expresa: “Puedo ver que mi infancia termina”; Desplechin explicó algo de lo que quería transmitir: “Este deseo de una película de adolescentes se acopló con una necesidad de heroísmo, que es característica de la adolescencia”; por esto es que se puede afirmar que la cinta, indiscutiblemente, habla del paso a la madurez.
En medio de pantallas divididas y otros recursos, Tres recuerdos de mi juventud se transforma en un viaje emocional por el interior de un personaje, que en cierta manera, continúa anclado en su pasado.

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