IV. DIFERENTES, DESIGUALES E INTERCONECTADOS

Capitulo IV

La búsqueda de un sentido

Para ingresar en la parte central de
esta investigación, es conveniente comenzar a relacionar la información
desarrollada en el marco teórico con las entrevistas realizadas.
En el desarrollo de este trabajo se presentaron y relacionaron los
conceptos de nuevas tecnologías, industrias culturales, piratería
audiovisual y consumo cultural, entre otros. Se tuvieron en cuenta
estudios actuales sobre la situación del consumidor de productos
audiovisuales no legales y como influye todo esto en la formación de la
cultura de Río Cuarto.


4.1. EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN…DE REDES

La aparición de Internet, a mediados de los años 90, empieza a
complejizar la idea de espectador. Es a través de las tecnologías
digitales que se tiene acceso a ilimitados productos audiovisuales de
manera mucho más eficaz que con las tecnologías analógicas. El DVD
modificó los hábitos de consumo de las personas, un formato que por un
lado ha logrado mejorar la calidad de imagen y sonido, pero por otro
lado, ha facilitado la duplicación descuidando la calidad de imagen.
“Antes miraba muchas películas en VHS, pero después dejé de ver por un
tiempo. El cable influyó. Pero volver a este consumo tiene que ver con
el descubrimiento de las tecnologías nuevas, la calidad de imagen, el
sonido digital 5.1” Luis (Contador Público, 43 años)

Sergio explica que con el incremento de las velocidades de conexión se
puede acceder a cualquier material. “Ahora, la técnica me da esa
posibilidad de acceder antes. No puedo privarme porque sino voy a tener
que esperar mucho tiempo para que la película llegue a los cines de Río
Cuarto”, aclara el entrevistado que Internet no es un reservorio de
archivos. “No es un catálogo de películas, tenés instancia en las
cuales se puede conseguir lo que no está, a diferencia del modo
tradicional. Hay una comunidad muy grande que ripea películas. Para ver
cine ahora tengo banda ancha, Emule”. Sergio (Lic. en Comunicación, 33 años)

Antes de la aparición del DVD, Gustavo, al igual que los demás
entrevistados, alquilaba VHS originales, “no me quedaba otra”. En estos
últimos años, “descargo películas básicamente porque el cine que me
gusta la distribución no llega. Llega poco o llega muy tarde a la
ciudad”. “Por otro lado, agrega, no estoy dispuesto a pagar la
bestialidad de dinero que sale comprar o alquilar una original.
Mandarla a pedir, esperarla. Hay películas que recién se estrenan en
cine y ya las vi hace dos o tres meses antes”. Gustavo (Artista multimedia, 36 años)

Carlos coincide con Gustavo en lo tedioso que resulta esperar para que
la película llegue a las salas de la ciudad, “las últimas que he bajado
no han salido en DVD todavía, y muchas no pasaron por los cines de Río
Cuarto”. Carlos (Docente universitario, 42 años)

“Después, en la transición me compré una máquina de DVD porque ya no se
podían ver las copias de VHS ilegales que te alquilaban los videoclubes
y desde hace dos años comencé a comprar DVDs a través de un proveedor
vía Internet” José Luis (Diseñador Gráfico, 41 años)

Luis adoptó la práctica de consumir productos audiovisuales a través de
catálogos vía Internet, desde hace un año. “Visito www.aullido.com que
recomienda películas de terror por año y ahí veo las críticas”. Luis
compra un promedio de siete películas por mes. Todo por $10 + el envio.
“Busco la calidad e identificar bien el producto. Es como comprar un
original sin ser un original”. (Luis)

De la misma manera que Luis y José Luis, Carlos empezó a comprar DVDs a
un proveedor de películas piratas (en el 2006, vía Internet). “Ahora
tengo banda ancha y bajo de servidores P2P o servidores de depósitos de
archivos. De esta forma es fácil y cómodo bajar películas, porque es
algo que no tengo que hacer activamente. Con el intercambio de archivos
se tiene acceso a materiales que no han sido importados al país. No
pienso que sea beneficioso, el ideal es que los materiales tuviesen un
costo más realista, accesibles a más cantidad de personas. Me interesa
mucho las series de TV y con el intercambio de archivo puedo terminar
de verlas”. (Carlos)

“Con las redes P2P se recuperó de nuevo el acceso que había en otras
épocas, cada tanto, a mercados alternativos. Hay negocios que pueden
darse el lujo de traer ciertas cosas, y eso es gracias a las redes P2P
porque ni en la radio, ni en la TV se difunde para que uno lo conozca”,
advierte Gustavo que el intercambio de archivos es bueno hasta que la
red se satura, “cuando esto pasa no podés bajar nada ni bueno ni malo,
ni accesible ni de calidad. Ya se está restringiendo a Emule… no
porque dañe al derecho de autor, sino porque hacen caer el sistema y
que esto suceda no le conviene a nadie, porque se corta el mercado”. (Gustavo)
“El mismo mercado tecnológico te va a llevar a nichos nuevos. Es
muy posible que cuando salga el Blu Ray uno se sienta mucho menos
interesado en piratear, creo que la apuesta de las productoras de
contenidos tiene un doble sentido”. (Carlos)

4.2. EN LA CIUDAD SIN LÍMITES

La relación entre economía y cultura, en este caso, el consumo de
películas a través de prácticas no legales, incluye cambios en los
hábitos y costumbres de los espectadores.
El consumidor, por lo general, no se detiene a reflexionar sobre sus
prácticas culturales de productos no legales, consume de manera
natural. Se puede advertir, a través de cada una de las entrevistas,
esa manera en que se legitima culturalmente la compra de DVDs piratas,
el intercambio de archivos y las compras por Internet de productos no
legales. En esta parte del trabajo es interesante conocer los impulsos
y las emociones de las personas por acceder a través de este tipo de
prácticas.

“A partir de la devaluación hubo un quiebre en donde muchas personas
que antes no pirateaban ahora lo hacen. Antes el precio era casi igual,
no era conveniente comprarte una película pirata. Ahora la diferencia
de precio es importante”. (Luis)

“En el 2002, completa José Luis, surge la piratería como una necesidad
de subsistensia. Las películas truchas son más baratas, y se consiguen
algunos títulos más extraños, más raros, se consiguen anticipadas que
eso es otra cosa importante y no tenés el problema de ir a devolverla
al otro día”. La disponibilidad de horarios sería una de las cosas más
importantes para José que por una cuestión de tiempo se le dificulta
para realizar la devolución. “En un principio pensaba que era sólo lo
económico lo que me llevaba a consumir productos pirateados, ahora ya
no. Es más que nada poder tener siete, diez o quince películas en tu
casa para decidir cual mirar. Hay algunas que me gustaría tenerlas en
originales, clásicos más que nada. Pero por el costo de cada una de
esas películas puedo ver tres meses cine”. (José Luis)

“Cuando compraba película no legales a distribuidores era básicamente
por una cuestión de comodidad, de poder tener el disco en tu casa y
poder verlo cuando tenés tiempo. Y la otra es económica”, explica
Carlos que accede a muchos títulos por menor costo.
“Bajo películas o las compro de manera ilegal porque responde a algunas
manías que tiene que ver con la ansiedad de consumir las películas
antes que estén en el circuito comercial. Es una cuestión de ansiedad
ante la noticia de que la película existe”, pero prefiero –aclara
Carlos- la calidad, la experiencia del cine. “No me gusta ver cine en
mi casa. Lo veo por cuestiones de tiempo y porque me gustan las
películas. Además, no me interesa el DVD para quedármelo pirata,
simplemente compro para acceder a ciertos beneficios. Si el videoclub
nos hiciese por cantidades el mismo bono o el mismo precio al que yo
accedo pirateado, y si tuviese otra elasticidad en el tiempo que no me
obligue a tener que estar pensando en su devolución, obviamente
elegiría original. (Carlos)

En cambio, para Luis es importante tener cada una de las películas que
consume “me gusta tenerlas y verlas varias veces, por eso las compro
ilegales”, explica que también ha comprado originales en ofertas. “En
realidad siempre compré original, pero cuestan 50 o 60 pesos, y no
hablar de las ediciones especiales que salen el doble. Básicamente es
una cuestión económica”.
“En el videoclub te cobran 5 pesos por día y 2 pesos de recargo si la
devolvés tarde. Con esa plata la comprás y te la quedás”. “No es bueno
comprar pirateado. Pero yo le compro a un tipo que figura con nombre y
apellido, figura su DNI, envía por correo, cobra y paga. Es un
proveedor que está identificado claramente, que si quisieran agarrarlo
lo pueden hacer”. (Luis)

Sergio baja, por mes, cerca de 50 o más películas, algunas después las
elimina. “En Internet si pido una película te la consiguen”, explica el
entrevistado sobre las recompensas psicológicas y emocionales que le
ofrece bajar una película. “Para ir a una sala de cine dejo alguna
película que quiero ver en pantalla grande porque en casa tengo un TV
de 20 pulgadas. A las películas con la mala calidad de audio y video
prefiero no bajarlas, aunque las pueda ver antes”. (Sergio)
“A través de las descargas accedes a contenidos a los cuales no
se tiene acceso por un circuito normal. Si querés ver cine
latinoamericano sería muy difícil, porque llega una cada seis meses.
Igual en el video” comenta Gustavo que últimamente baja películas, en
su mayoría, con copyrighyt. “Estaba bajando cine libre de derechos, en
cuanto que ya caducó el derecho de autor. Pero alguna protección debe
tener, no creo que sea puramente gratis”, además, el cine para Gustavo
no es una forma de arte que le interese y apasione tanto “como para
pagar lo que vale el acceso a eso, por ese simple motivo me lleva a
bajarlas. Si valiese un poco menos no tendría ningún problema ingresar
al circuito comercial”. (Gustavo)

Fabián ha comprado productos ilegales un par de veces, en la calle, a
vendedores ambulantes. “Alguna oferta para poder usar el reproductor de
DVD”, manifiesta que la única razón por la cual consume esos productos
es el precio, “tiene el mismo valor una película de lo que tiene el
alquiler” “Sabia que iba a comprar una película de calidad baja, pero
no que era filmada en el cine. Inclusive se veía cuando alguien se
levantaba. La imagen estaba cruzada. La subtitulación estaba mal, con
muchos errores ortográficos. Elegiría alquilar o comprar un original si
fuese más fácil o económico”. Fabián (Periodista, 35 años)

En cambio, consumidores como Fernando no compran, ni consumen material
pirateado. “No me interesa la premura de verlo antes y cuando voy al
video me garantizan siempre originales. Supongo que la calidad es
mejor. Prefiero ir al cine”. Fernando (Lic. en Economía, 51 años)

Las personas entrevistadas, en su mayoría coinciden, que el consumo de
productos no legales afecta a la industria cinematográfica en general;
pero no sienten culpa por este tipo de prácticas y están convencidos
que su consumo está legitimado culturalmente.
“Hay personas que gracias a esta alternativa han podido ver varias
películas que sino no tendría posibilidad de acceder ni a la mitad de
las películas que está viendo ahora”. (Fabián)
Carlos agrega que se puede afectar con este tipo de consumo a toda la
cadena de producción, a las multinacionales, a las grabadoras, a los
sellos. “Sin duda –integra Luis- mi consumo puede llegar a perjudicar a
la producción, la productora de las películas, a la distribuidoras
también y a las editoras de DVD a nivel nacional”. “Creo que los más
débiles son las editoras de aquí. En realidad, los productos que van
por vías legales no se editan en Argentina, y la mayoría de las
películas son importadas. No se editan en el país”. Por otro lado, el
entrevistado señala que se le da trabajo a los que piratean.
“Yo no quiero piratear para destruir industrias sino por una cuestión
de conveniencia personal. Nunca me gusto hacerlo antes, pero soy
consciente que si tuviese que comprar todo original no podría. Lo mío
es como una revancha, nunca antes había accedido a materiales piratas”.
(Luis)

“La forma en que yo descargo considero que no afecta a nadie porque
realmente no pagaría para ir a verlas. No existo como consumidor para
ese mercado”, aclara Gustavo que no alquilaría o compraría, ni iría al
cine. José Luis de no conseguir las películas piratas tampoco las
miraría. “No invertiría x cantidad de pesos en probar que tal es una
película”.
“Incluso hacemos un favor “pirateándolas”, porque cuando algo nos gusta
la empezamos a recomendar a mansalva, a todos nos pasa los que bajamos
películas. Indefectiblemente hacemos el trabajo que antes hacían los
difusores en la radio. Explica Gustavo que no considera cometer
piratería, “no lo vendo y no lo vuelvo a distribuir en forma masiva”.
“A los productores del cine mainstran plata les va a seguir llegando,
porque la piratería es funcional a eso. Incluso no lucran tanto de la
entrada al cine, sino de la movida publicitaria que se genera a través
de eso. La piratería de películas es funcional a las grandes
corporaciones, de algún lado sale el material el mismo día que se edita
en el mercado internacional”. (Gustavo)

“Consumir piratería es una opción ilegal para acceder a productos
culturales que vía el mercado tradicional es como mucho más difícil de
encontrar. Más bien lo que uno hace son experimentos visuales: veo esto
para ver que tal es, más que nada para no quedarme dentro de la oferta
más común”. Comenta José Luis que recibe un e-mail, de su proveedor de
películas, semana tras semana y de esa forma se anticipa al cine, “por
curiosidad y por otro lado porque se consiguen películas que no están
dentro de lo comercial”, considera que esto ya se está perdiendo, “cada
vez es mucho menor la oferta de películas no tan tradicionales. Las
películas que compro ilegales se pueden conseguir en videoclubes, pero
a los que asisto no existe tal variedad”(José Luis)

Como se expuso durante el desarrollo del trabajo, la piratería
permitiría el acceso a diversas películas que serían difícilmente
accesibles para el consumidor de Río Cuarto (ya sea por la demora de
los estrenos en salas o videoclubes o por otras razones que ya fueron
mencionadas anteriormente) Este tipo de prácticas cubriría, según lo
que se puede inferir de las entrevistas, un vacío cultural que en la
actualidad no lo puede llenar ningún otro espacio tradicional.
“La piratería, dice Fabián, sirve como una herramienta para equilibrar
el desfasaje de distintos sectores sociales que permite a muchos tener
acceso a películas que para otro sector social le es habitual”. En el
caso de Luis conseguir los productos no legales le sirve como una
herramienta para acceder a más variedades de película. “Económica y
culturalmente el consumidor de piratería de Río Cuarto gana en
diversidad y precios”. (Luis)

Para Sergio sólo se puede acceder a una mayor diversidad, pero en
términos cuantitativos no cualitativos. “Antes accedía a 5 películas,
ahora a 70. Antes podía ver hasta ciertas películas, ahora un poco más.
Pero no en términos que ese producto refleje una diversidad cultural,
no en diversidad de prácticas”, dice que su verdadero interés es
participar de las comunidades. “Un chico que pide x película, yo soy
solidario y se la subo. En eso se basa la comunidad en Internet”.
Aclara que en la red hay condicionamientos como el saber o no inglés,
“gran símbolo de democratización y de diversidad cultural”. “Si sabés
inglés, todo bien, te bajas cualquier cosa en el idioma y no vas a
necesitar subtítulos. Pero los subtítulos que mayoritariamente se
consiguen son mainstream, bien Hollywoood”. “Por esto al mundo no lo
veo muy diverso que digamos, menos en Internet. Para nada. La principal
arma de desarrollo del capitalismo es Internet” (Sergio)

“No considero que acceder a cierta diversidad sea una opción masiva. Me
parece que la gente piratea lo más común y corriente por el hecho de
tenerlo antes y más barato. La gente compra DVDs en la calle y no exige
películas”. Para acceder a esa diversidad –reconoce José Luis– hay que tener acceso a información precisa, dedicarte un poco a querer conseguir esos productos.

“Supongo que en la medida que todos tengamos acceso a contenidos más
variados se puede vislumbrar un mayor desarrollo cultural de Río Cuarto
y un mayor acceso a la diversidad cultural, pero sólo cuando se busca
archivos o películas que no están en los circuitos comerciales. Uno
generalmente trata de acceder a contenidos remotos”. (Carlos)

“Soy de la idea que no se puede acceder a una diversidad cultural a
través del consumo con antelación de títulos ilegales, creo que no,
porque los que salen antes son blockbaster. En todo caso puede ser en
algún circuito muy particular de gente que baja películas, pero debe
ser la minoría. No considero que consumir productos ilegales promueva
ni la diversidad ni el descubrimiento de nuevas propuestas”. (Fernando)

4.3. DOMICILO PRIVADO

El consumo cultural ha cambiado. El consumidor empieza a conectarse
de manera individual con las películas, ya que existen diferentes
maneras de acceder a una obra cinematogáfica sin necesidad de concurrir
a una sala de cine o alquilar en el videoclub; se empieza a pensar en
otro tipo de consumidor cultural.
“Las Nuevas Tecnologías facilitaron
el alejamiento de los consumidores a los entornos de consumo”, afirma
Fernando que este tipo de fenómeno logra que ni se vaya al cine, ni al
video. Consumo desde mi casa, en domicilio, va a contrapelo con la idea
de cine como fenómeno social. Se hace cada vez más privado y no tan
público como consumo. De la sala al video y de éste a la casa. Cambios
que están acompañados al cine, pero desde otra dimensión”. (Fernando)

“Con respecto a los ambientes de consumo, cambia mucho la forma de
transacción. Yo no le conozco la cara al tipo que me vende, sólo envio
un e-mail y el otro me manda una caja que me la trae un cadete o el
correo argentino. Pero no compro ni en la calle ni en la plaza”. (José
Luis)

Dice José Luis que forma parte de una especie de cineclub de productos
piratas, “una de las cuestiones de la piratería en el entorno en el
cual me muevo es esa. Es un mini club donde cada uno compra x
cantidades de películas, las duplicamos y armamos como paquetes que se
consumen y luego se prestan”, explica el entrevistado que es muy
interesante porque la apertura en películas es muy grande y te da la
posibilidad de elegir y ver lo que eligen otros. “Muchas veces los
gustos no son tan parejos, pero gracias a eso me han seducido películas
que ni me imaginaba iba a ver”. (José Luis)

Carlos compraba películas en grupo sólo por una cuestión de comodidad.
“El único sentido de comprar a un proveedor de Internet es constituir
como un videoclub de amigos, sino prefiero ir a alquilar”. En la última
compra, manifiesta el entrevistado que se iba de vacaciones y llevaba
10 películas. “Miraba tres semanales y compraba cada tres meses.
Además, alquilo originales. No me interesa la película por el sólo
hecho de tenerla, sé que no la voy a ver otra vez. No tengo un espíritu
de guardar”. (Carlos)
“Cómo toda práctica cultural uno se nutre de
varias cosas. No es sólo que bajas una película, sino que participas de
foros, de intercambios culturales, de una comunidad en las cual
discutís de la película, sobre lo que te pareció”. (Sergio)
“Como consumidor no te queda otra que piratear ciertas películas. Me
molesta decirle al tipo del videoclub que es lo que tiene que hacer, y
encima tener que pagarle para asesorarlo. Me parece una vergüenza tener
que pedirle que traiga tal película”, reconoce Gustavo que sólo a
través de la red de redes puede consumir esos contenidos a los que no
tiene acceso a través de un circuito normal. Sergio y José coinciden en
que los videoclubes son espacios privados en donde no se les puede
exigir que tengan cierto tipo de películas. “Existen públicos para
todo”, precisa José Luis. “Es mentira que no vas a alquilar jamás x
película si traes otro cine que no sea Hollywood. En esto el
comerciante audiovisual tiene que poner un poco de voluntad, dentro de
la oferta que tiene y de su ganancia es importante saber todo lo
codicioso que es, cuanto especula para llenarse de plata y cuanto
invierte en películas alternativas”. (José Luis)

Para Fernando, en cambio, no hay nada como ir al cine y lo que no
alcanza a mirar en sala lo alquila en videoclubes. “Tantas veces como
pueda en función de los estrenos voy al cine. Más allá de las
condiciones de exhibición de calidad de imagen y sonido, el cine
significa un ritual de ir a un ámbito determinado en dónde uno se
sumerge y tiene un contacto directo con esta propuesta artística que es
la película. También es un hecho compartido con los otros asistentes,
es una acción social. Uno entra a las salas, se apaga la luz, hace un
paréntesis y entra en ese mundo particular de la propuesta
cinematográfica”. (Fernando)
“Al cine, actualmente no voy, le tengo
mucho reparo porque prefiero estar concentrado en casa. Me molesta el
sistema actual (las salas múltiples), se ha convertido en un comedero
de papas y gaseosas”, dice Luis que su consumo de películas pirateadas
le generó un mayor interés por tener películas, “me interioricé más,
empecé a leer más de cine, de directores, de temáticas, de actores que
antes no conocia. Ahora tengo más avidez de buscar información. Ahí
noto un cambio. Ahora estoy comprando todo lo que es terror japonés”.